Espero y deseo que el PSOE arregle lo antes posible sus problemas internos por el bien del propio partido y por el bien de los intereses de España. La decisión de los barones críticos con Sánchez de defenestrarlo como secretario general se ha materializado con la dimisión de 17 miembros de la ejecutiva federal, entre ellos ,el president de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig o el presidente de Castilla La Mancha, Emiliano García-Page.

El goteo incesante de votos, elección tras elección, las últimas han sido en Galicia y en el País Vasco, pero si no se quiere ver en clave autonómica, basta con ver los resultados obtenidos por el actual secretario general Pedro Sánchez, desde el 20-D. Mantenerse como segunda fuerza política, tras la irrupción de Podemos en el panorama político español, que le ha ido ganando terreno y pisando los talones, y obtener los peores resultados de la historia por tres veces consecutivas, superando a Rubalcaba, era motivo más que suficiente para que Pedro Sánchez hubiera asumido su responsabilidad y hubiese presentado su dimisión al día siguiente por una cuestión de ética política. Poco frecuente de asumir en la política española. No fue así y el argumento para mantenerse en el cargo fue considerar como éxito que no se había materializado el temible "sorpasso" de Podemos sobre el PSOE, pese a haber perdido varios cientos de miles de votos.

Reconozco que, inicialmente, el nombramiento de Pedro Sánchez como secretario general de los socialistas despertó en mí, como en otros muchos militantes y simpatizantes del PSOE mucha ilusión, a la vez que cierta esperanza porque pensaba que era la persona idónea para liderar el nuevo PSOE. Una nueva etapa para recuperar las señas de identidad del partido que se fundó hace 137 y que ha sido decisivo para la gobernabilidad de España desde la etapa de la Transicióncon Felipe González hasta hoy y cuya contribución al estado del bienestar y a la defensa de las libertades y la democracia ha sido incuestionable e importantísima en todo este largo periodo democrático, que venimos disfrutando desde el final del franquismo.

La España de hoy no se entendería sin la aportación del PSOE.

El "no es no" a Mariano Rajoy y la falta de una alternativa progresista y de cambio, imposible según la aritmética parlamentaria, salvo que cuente para ello con los independentistas, han mantenido al país paralizado en una incógnita constante y con un gobierno en funciones desde hace casi un año, donde no solo se ha negado a abstenerse para facilitar que gobierne el partido que ganó las elecciones y pasar a la oposición sino que tampoco ha sido capaz de presentar una alternativa para el cambio, lo cual lleva a este país, inexorablemente, a unas nuevas elecciones, que dada la situación interna del PSOE sería el puntillazo final para los socialistas.

No sé si después de lo ocurrido en Extremadura y Castilla La Mancha, donde Podemos ha dado por roto sus pactos de legislatura con los socialistas, le han hecho cambiar de opinión a Pedro Sánchez de pactar la investidura con la formación morada. O, si por el contrario, sigue pensando que son buenos compañeros de viaje.

En esta guerra fratricida desatada en el seno del PSOE, imagino que para forzar la abstención en la investidura de Rajoy, hay un claro vencedor que es Podemos.

Poco a poco se va consumando, el objetivo para el cual nació. Fagocitar al PSOE y convertirse en la única alternativa de izquierdas. Lo que está ocurriendo en Ferraz allana ese camino.