Desde luego, la violencia en el fútbol es una asignatura pendiente de los clubes de fútbol, que deberían empezar a tomar medidas para evitar espectáculos bochornosos como el que hemos vivido en Madrid, tras el encuentro entre el Real Madrid y el Legia de Varsovia.

Lo ocurrido estos días en Madrid, donde se ha movilizado a dos mil agentes para garantizar la seguridad no debería volver a repetirse nunca más. El fútbol es otra cosa bien distinta. Nada que ver con la violencia ni con estos grupos de energúmenos.

Antes de empezar el partido escuché por televisión al entrenador del equipo polaco, diciendo que la afición se iba a comportar bien. Nada más llegar a la ciudad, ya empezaron con sus provocaciones y su saludo fascista.

Los aficionados ultras del Legia de Varsovia, una de las aficiones más violentas, racistas y xenófobas de Europa, han causado multitud de daños materiales en mobiliario público y han atemorizado a media ciudad, además de herir a varios agentes.

La pregunta es por qué se les ha dejado venir a España y por qué no se han tomado medidas para expulsar a este equipo de las competiciones oficiales y prohibirles su presencia en los campos de fútbol. ¿Qué piensa hacer la UEFA después de lo ocurrido en Madrid? ¿Se va a quedar todo en una ridícula sanción económica como en otras ocasiones o en clausurarles el campo un par de partidos? Ante la violencia no cabe tibieza.

Durante mucho tiempo los hinchas ultras han sido los niños mimados de muchos clubes de fútbol. La imagen de simbología nazi está prohibida, sin embargo, lucen esvásticas , cruces gamadas y banderas anticonstitucionales y profieren gritos racistas con absoluta impunidad.