El diario El País poco proclive a publicar artículos relacionados con la caza, publicaba en su edición del pasado 15 de noviembre, un artículo, bajo el título "El cazador se hace viejo" firmado por la periodista Antonia Laborde, que merece cuanto menos un par de reflexiones.

Las razones de que cada vez haya menos cazadores jóvenes, las apuntaba y daba en la diana Leopoldo Barrera Risueño, ex cazador de 82 años y propietario de una finca de caza menor en Munera:

"Todas las razones me cuadran, pero, además, hay otra que a los mayores nos tocan las narices y es la revisión de las armas y el poder tenerlas en casa. Yo tengo 7 escopetas y las he tenido que depositar en la armería, y ponerlas a nombre de mis hijos, ya que al hacerte viejo hay que pasar revista todos los años y uno ya no está para esos trotes Resumiendo: silenciosamente nos están tirando a los mayores y los jóvenes no tienen quien los acompañe. Cada vez habrá menos cazadores y más cochinos, que se va a convertir en plaga, como está ocurriendo en Albacete como consecuencia de que cada vez hay menos perdices y conejos".

Yo añadiría, además, a lo señalado por Barrera, la crisis económica como un factor importante de esta falta de relevo generacional en la caza, que no ocurre en otras disciplinas deportivas, ya que la licencia, permisos, guías, escopetas, cartuchos, cotos, etc. encarecen mucho la caza y no todos los jóvenes se lo pueden permitir. Desde hace un par de años es obligatorio para todos los cazadores noveles realizar un examen, tanto práctico como teórico.

Antes la caza era un sentimiento y una pasión que se transmitía de padres a hijos. Ahora ya no es así.

No es mi caso porque mi padre no era cazador y no pegó un tiro ni cuando hizo la mili, pero muchos de mis compañeros han empezado en la caza porque su padre era cazador y les metió el gusanillo de la caza en el cuerpo. Ya de pequeños acompañaban a su progenitor por los extensos campos de Castilla La Mancha, detrás de las patirrojas.

Hoy, la figura del cazador está muy denostada. Se ha demonizado al cazador. La caza tiene muy mala prensa. No se reconoce como debiera el rol que cumple la caza en el equilibrio del ecosistema y de las especies.

Yo les preguntaría a los abolicionistas, ¿cómo controlamos la superpoblación de especies, si no es mediante la caza?

Y voy a poner dos ejemplos para que me entiendan. La proliferación de conejos está causando graves daños en la agricultura y la única forma de controlar su población es mediante la caza.

En África, que básicamente vive de la caza, hay caza selectica para matar elefantes porque la superpoblación de paquidermos hace que no haya comida suficiente para alimentarlos a todos.

Los conservacionistas dirán que la propia naturaleza se autoregula. Mentira.

Pero volviendo al tema central de este artículo, es cierto que el cazador se hace viejo. Como nos hacemos viejos todos. En los últimos años ha habido una caída significativa en el número de licencias, tal como recoge Antonia Laborde en su artículo. Sin embargo, no es menos cierto que la esperada licencia única se va posponiendo sine die. El cazador tiene que sacar una licencia de caza por cada Comunidad Autónoma donde quiera cazar, de tal manera que si uno quiere cazar en Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha, necesita sacarse tres licencias. Tiempo atrás existía una sola licencia para toda España.

La actual legislación en materia de armas y de renovación de permisos para personas mayores, que es anual, lejos de poner las cosas fáciles, las dificulta como reconocía el propio Leopoldo Barrera. Si además, de ser mayor, no tienes hijos, las armas las tienes que vender (si encuentras comprador) o inutilizar porque una vez dejas de tener el permiso, lógicamente, no puedes tener armas.