El presidente sirio Basar al -Asad decía estos días, refiriéndose al triunfo de sus tropas sobre los rebeldes, que era un día histórico.

Sin duda. Un día histórico, que pasará a los anales de la historia como uno de los mayores genocidios. Cinco años de guerra entre las tropas leales de Al Asad, apoyados por Rusia e Irán y los rebeldes, que han dejado cerca de medio millón de muertos y más de 5 millones de desplazados.

Alepo es la mejor representación del fracaso de Naciones Unidas y de toda la Comunidad internacional, que en lugar de detener el conflicto e imponer sanciones al régimen sirio han preferido mirar hacia otro lado, dejando a la población civil absolutamente indefensa a merced de las bombas.

El otro día escuchaba el testimonio desgarrador de un joven profesor sirio, que pedía ayuda para la gente de Alepo. Se grabó con el teléfono móvil y lo subió a la red. "Espero que nos recordéis" fueron su últimas palabras antes de despedirse en un perfecto inglés.

Las imágenes y los testimonios que nos llegan de la que fue la mayor ciudad de Siria son aterradores. Miles de cuerpos destrozados por las bombas yacen en la calle. Los cadáveres se amontonan por cientos. Edificios derruidos. Calles despobladas. Hospitales atacados. Niños que con suerte son rescatados de debajo de los escombros. La población civil se encuentra en una auténtica ratonera. No les dejan salir y lo único que encuentran es la muerte. Ayer cuando parecía que se había llegado a un acuerdo para evacuar a civiles en varios convoyes humanitarios, la operación finalmente fue suspendida, tras oírse varias explosiones al paso de los autobuses. Alguno de estos convoyes fueron objetivo de francotiradores, que todavía siguen parapetados en la zona rebelde.

En España y en otros países europeos, varios edificios públicos o monumentos como el Parlamento o la Torre Eiffel apagaron las luces en recuerdo a las víctimas de Alepo y del conflicto sirio. Esto es todo lo que hemos hecho por ellos. Ni siquiera hemos sido capaces de resolver la crisis de los refugiados, que al tremendo drama humano de tener que salir de su país por la guerra; aquí en la Europa solidaria y maravillosa que nos han querido vender se les cierran las fronteras, condenándoles a una muerte segura.

Ojalá, no nos veamos nunca en su situación. Mientras tanto, aquí preferimos seguir hablando de la prima de riesgo o de la pugna entre pablistas y errejonistas. Así nos va.