Hay días que te echas la escopeta a la cara y te entra como un guante. Otros, en cambio, no hay forma de encontrarle el punto, por más que quieras.

Esta mañana he estado cazando de nuevo con el hurón en la finca de mi amigo Mauro. Hasta ahora íbamos por la tarde, pero hoy hemos probado por la mañana y no ha ido nada mal del todo. Al principio les ha costado salir un poco. Hemos terminado de cazar el linde que el otro día no acabamos. También probamos a echar el hurón en un margen donde hay una plantación joven de viña. Finalmente, hemos topado con una buena madriguera. 4 que han salido, 4 que han ido al zurrón. La salida estaba muy despejada, lo que facilita mucho el tiro. Tampoco se había huroneado esa boca, con lo cual era fácil pensar que hubiera conejos dentro.

Cuando echas el hurón en una madriguera, el conejo tarda en volver a entrar. El olor que desprende el mustélido impregna la galería y el conejo sabe que ha entrado un extraño, con no muy buenas intenciones, que digamos. Buscarán otro sitio donde aposentarse.

Hay zonas en la finca con mucha piedra amontonada de los desfondes que se han hecho en los campos para plantar viña, que son auténticas conejeras. Echar el conejo aquí es peligroso porque lo puedes perder. Las filas de piedras son kilométricas. También los restos de poda que no se queman o trituran son un buen refugio para el conejo.

Me he venido muy contento porque al ir a ponernos con el hurón, he visto 3 perdices dentro de la viña. No las había visto en todo el año hasta hoy. Ahora toca esperar que se emparejen y críen y que la temporada próxima sea un buen año de perdices. Falta hace porque andan escasas.

Antes de cazar, he visto unas fotos que me ha mandado un amigo mío de los daños que está causando el conejo en los olivos. Trepan por el tronco como si fueran funambulistas y mordisquean las ramas, con lo cual, secan el árbol. Ya no se contentan con comer sus frutos. La fotografía estaba tomada en un olivar en La Font de La Figuera. No quiero ni pensar cómo debe sentirse este agricultor al ver destrozado el trabajo de toda una vida.

Mientras los animalistas y algunos grupos ecologistas quieren prohibir la caza, casos como este, de superpoblación demuestran la necesidad de la actividad cinegética para regular el ecosistema.