Uno de mis platos preferidos, junto a las lentejas, es el arroz a la cubana. De todos los tipos de arroces que hay, con chorizo incluido, me quedo con el arroz a la cubana. Un plato muy sencillo a la vez que nutritivo. Me gusta sin plátano. Sé que para los defensores de la paella es un ultraje, pero donde esté un buen arroz a la cubana con su salsa de tomate frito y su ajito rayado, que se quite todo lo demás.

El otro día mientras comía en el restaurante Las Eras de la Font de la Figuera, el camarero se acercó para indicarme los primeros y los segundos platos del menú del día. Elegí, creo recordar que potaje de garbanzos. Era tarde. Venía de cazar y hambriento.

Ya había empezado a comer cuando Fernando me dijo que el cocinero había hecho ese día arroz a la cubana, pero al camarero que me atendió se le olvidó ofrecérmelo.

No pasa nada, le contesté. Guárdame una ración para esta noche.

Ese día había estado cazando por la mañana y por la noche estaba cansado. Pensaba tomarme algo en casa y no salir. No me acordaba de la ración de arroz a la cubana que tenía reservada.

A última hora de la tarde, recibí un wasap de Fernando, recordándome que tenía el plato de arroz esperándome y que si no venía a cenar al restaurante, me lo traerían casa. Como Fernando es un guasón de mucho cuidado, lo tomé como una broma más de las suyas.

A las 12,30 sonó el teléfono. Lo apagué, pero volvió a sonar. Lo cogí por si era algo importante. En la pantalla del móvil me aparecía el nombre de Fernando. Descolgué, miré por la ventana y vi un coche en la puerta. No me lo podía creer. Eran Fernando y Antonio, uno de los mejores profesionales de la hostelería que conozco, que venían a traerme mi ración de arroz a la cubana dentro de un táper, bien calentito.

Pero ahí no quedó la cosa. En la bolsa había también un huevo y el postre. Unas deliciosas natillas caseras con canela. Ni un marqués!!!!

Me fui directamente a la cocina a freír el huevo y a comérmelo antes de que se enfriara. Gracias amigos por este regalazo.