La lucha por el poder entre errejonistas y pablistas de cara al próximo Congreso de Vistalegre II está a punto de echar por tierra un proyecto político ilusionante para algunos, frustrante para otros como es Podemos, que nació fruto del descontento generalizado hacia los partidos políticos tradicionales, sumidos en innumerables casos de corrupción y que en las últimas elecciones logró aglutinar más de 5 millones de votos.

Prometieron muchas cosas cuando llegaron, pero el trabajo parlamentario de la formación morada ha sido nulo desde que han pisado la moqueta del hemiciclo.

Se les llenó la boca a favor de un gobierno progresista y de cambio y cuando tuvieron la oportunidad de votar a Pedro Sánchez no lo hicieron y hoy Rajoy es presidente.

La ambición personal de Pablo Iglesias, que ya se repartió carteras y ministerios, ha llevado a la formación morada a una situación límite, casi de ruptura, donde la animadversión personal entre Iglesias y Errejón es más que evidente.

Han pasado del beso en la boca a la bronca continúa. Del flechazo al desamor. De la euforia al desaliento. Del asalto a los cielos a la hostia terrenal.

Las diferencias entre uno y otro no son ideológicas sino personales, por ver quien se hace con el poder y el control dentro de Podemos. La cuestión es cómo va a quedar la lista que pierda en el próximo Congreso de Vistalegre II.

En Podemos, ya hemos visto purgas internas. Ramón Espinar cesó al portavoz de la Asamblea de Madrid, José Manuel López a las primeras de ser elegido secretario general de Podemos-Madrid. Una destitución que no tuvo reparos en calificar de "democrática" y "legítima". Tampoco tuvo ningún rubor en decir que el dinero que se embolsó con la venta del piso de protección oficial no era una plusvalía, sino la diferencia entre el precio de compra y el precio de venta.

Ahora, la situación tras las elecciones generales y con un parlamento muy fragmentado, con un gobierno en minoría permite mediante el consenso con otras formaciones políticas revocar o mejorar leyes como la reforma laboral, la ley de seguridad ciudadana o la LOMCE. Nada se ha hecho en este sentido para que las cosas mejoren o cambien.

No conozco ninguna propuesta concreta que hayan hecho en el Congreso de los Diputados para acabar con los desahucios, la pobreza energética, la precariedad laboral o las puertas giratorias. Asuntos todos estos que parecían importarles cuando no eran casta, como garantizar la renta básica universal, que ya no la llevan en el programa. Tampoco pactaron la subida del SMI, que salió adelante gracias a los votos del PSOE y del cual se han podido beneficiar muchas familias, sin ninguna clase de ingresos. Eso es hacer política: Solucionar los problema de los ciudadanos. Para eso se les elige en las urnas y no para que lleven al Congreso sus rencillas personales. Ni siquiera en un tema tan importante como es el terrorismo y donde la unidad de los partidos es fundamental, Podemos no rubricó el acuerdo del pacto antiyihadista.

Reivindican la calle, pero no se movilizan. Dicen representar a las clases populares y no han sido capaces de sacar adelante ninguna iniciativa parlamentaria, que ayude a los que peor lo han pasado durante la crisis. Han perdido el contacto con la ciudadanía que dicen representar.

Podemos que aspiraba a ser la fuerza hegemónica de la izquierda, desbancando al PSOE, verá su sueño truncado.