Finalizada la temporada de caza, los aficionados a la escopeta, que somos muchos en toda España, tenemos en el tiro al plato una diversión asegurada hasta que se abra de nuevo la veda, allá por el mes de octubre. Unos meses antes, en agosto, si lo que nos gusta es tirarle a las palomas.

Este sábado abrió sus puertas el campo de tiro de Vallada. Otros como el de Muro de Alcoi o Alquería de Aznar lo hicieron unas semanas antes. Ambos abren sábados por la tarde y domingos por la mañana.

La verdad es que me he puesto a contar y no quedan muchos más. Casi todos los que había han ido cerrando, en unos casos por la crisis y en otros por no contar con las suficientes medidas de seguridad, como es el caso de Ontinyent, La Font de La Figuera o Alcudia de Crespins, por citar solo unos pocos ejemplos porque casi todos los pueblos tenían su propio campo de tiro y durante las fiestas se organizaban competiciones de tiro al plato, codorniz o pichón a brazo. Hoy todo eso ya es historia. Solo unos pocos campos de tiro perduran y han conseguido sobrevivir a las exigentes medidas de seguridad y a la presión de los grupos ecologistas, que ven en la caza y en el tiro un mal a extinguir, fruto, sin duda, del desconocimiento más absoluto que tienen hacia una actividad necesaria y vital como es la caza, no solo desde el punto de vista económico sino también del equilibrio del ecosistema y de supervivencia de las propias especies.

Y digo exigentes medidas de seguridad y me reafirmo en ello porque la ley en este caso se cumple a rajatabla, pese a no existir accidentes por arma de fuego. Si el perímetro que tiene que estar vallado el campo es de 200 metros, señalizado con tablillas y trapos rojos, que adviertan de la existencia de un campo de tiro; pues bien, si en lugar de 200 tiene 195, te lo cierran. Ustedes pensarán que eso se hace por seguridad. Pues no. Esos cinco metros no otorgan más seguridad. Pero la Guardia Civil, que es quien tiene competencias en este caso, no se quiere pillar los dedos y se limita a cumplir lo que dice la Ley.

Entendería que se aplicaran medidas drásticas de producirse accidentes, pero, afortunadamente, no es el caso.

Si, además, tienes la desgracia de que alguien se construya una casita cerca de las instalaciones, empiezan los problemas, con innumerables denuncias de los vecinos, a sabiendas de que en esa parcela, ya existía un campo de tiro, previo a la construcción de la casa de campo. Esto mismo que les cuento ocurrió con el campo de tiro de Alicante. También el de Alcoy tuvo que cerrar por las denuncias de los vecinos.

Pocas facilidades nos dan a los tiradores para practicar una modalidad, como es el tiro al plato que no causa ningún mal a nadie y sí muchas satisfacciones a quienes nos gusta practicarlo.

Este sábado como les decía fui a Vallada y allí me reencontré con viejos amigos como Emilio, que venía con su perrita, una avispada bretona que no dejó de labrar mientras su dueño estaba en la cancha, Morán, Sala, Pepe, Felipe, Guerrero, Amadeo, Rubén, Josep Lluís ...

Desde el mes de octubre que no había pegado un tiro al plato. Tengo el hombro dolorido. Tiré dos series y me vine muy contento: 23 en la primera y 23 en la segunda. Buena regularidad. La concentración y la pérdida de ella tiene una importancia fundamental en el resultado final. En la primera serie me disponía a tirar el plato 20 y solo llevaba un cero, sin embargo, yo pensaba que era el último plato de la serie y que si lo rompía, terminaría con 24. La cabeza no estaba donde tenía que estar. No era el último plato, me puse nervioso y erré el disparo. Un cero lo haces al menor descuido.

Más contento se puso el hijo de Amadeo que consiguió un pleno, 25 de 25 con 25 cartuchos. A cartucho por plato. El año pasado también consiguió una hazaña similar. También Josep Lluís firmó un glorioso 24 en su primera serie.