Pablo Iglesias ha salido en defensa de los abucheos que recibió el Rey Felipe VI y el presidente del Gobierno Mariano Rajoy durante la marcha de este sábado en Barcelona contra el terrorismo, justificándolos "como algo normal" dentro del derecho a la libertad de expresión.

Hombre, muy normal, no es, en un acto donde se debería haber dejado aunque solo fuera por unas horas el discurso independentista para marchar bajo un mismo lema y una única voz.

Sorprende, sin embargo, que el señor Iglesias solo apele a la libertad de expresión cuando le interesa, cercenándola en otros muchos casos como hizo, señalando a periodistas que a su criterio "hablan mal de Podemos" o excluyendo de sus ruedas de prensa a medios de comunicación como el Grupo Prisa y el periódico" El País" porque según él, manipulan la información.

Un tipo que habla de libertad de expresión, pero quiere controlar los medios. Ríanse de Franco y sus adláteres.

Un tipo que justifica los escraches, pero cuando se los hacen a otros.

Un tipo que distingue entre periodistas buenos y malos, según como le traten a él y a su formación, en un peligroso ejercicio de maniqueísmo. La misma paranoia de otro ilustre personaje llamado Donald Trump, a la sazón presidente de los EEUU, quien ha llegado a acusar a los medios de ser "los enemigos del pueblo americano". No tardaremos en escucharle decir algo parecido al líder de Podemos. Tiempo al tiempo.

Un tipo que se ha cargado, metafóricamente hablando, a su número dos, el señor Iñigo Errejón, que osó hacerle sombra. Hoy apartado de la primera línea de la política en favor de Irene Montero, que aglutina todos los poderes de la formación morada, incluida la portavocia del grupo parlamentario.

Un tipo que afirma que los medios privados "atacan la libertad de expresión" y defiende que los medios de comunicación han de tener un control público, como ocurre en todos los regímenes totalitarios del mundo donde rige el pensamiento único.