Hoy lunes he estado de nuevo en el Bonillo, apurando los últimos días que quedan de temporada y que por desgracia ya son pocos, pues se cierra el próximo día 8 de febrero. Esta vez ha sido mi amigo Miguel Montesinos quien me ha acompañado en esta aventura cinegética tan apasionante y divertida como es la caza.

De camino hemos parado a almorzar en el restaurante El Cruce en Barrax. Tras coger fuerzas, pasadas las 10 llegábamos al coto, donde nos esperaba como de costumbre Kiko para hacernos los pases. Conviene llevar siempre la documentación en regla porque el otro día estuvieron los forestales en el coto, pidiendo la documentación a una cuadrilla de cazadores y también las vainas para ver si las habían recogido. Si no es así te expones a una sanción.

Cesáreo tenía hoy el día libre, así que nos ha acompañado Manolo, también un experto cazador y muy buen conocedor del coto y de la querencia de las patirrojas.

La gran protagonista de la jornada de hoy no hemos sido ni Miguel ni yo, sino Jana, una podenca, que se las sabe todas, de ocho años y medio que ha sacado más de media docena de conejos, de los que Miguel ha revolcado cuatro.

Syrah esta vez no me ha acompañado porque no he ido en mi coche y Miguel ha traído con él a Jana y a Tom, un bretón, de poco más de un año, que promete mucho a tenor de lo visto. A mitad mañana ya nos sobraban las sudaderas. Parece mentira que estemos terminando el mes de enero y haga tanto calor y eso que por allí ha caído algún chaparrón y alivia algo pisar el monte. Nada que ver con la sequía que padecemos en la zona de Levante, que no cae agua ni por casualidad.

Miguel es de los que todavía usa la indumentaria cinegética como los cazadores de antaño: la canana y el zurrón. Nada que ver con las modas de ahora de mochila y chaleco.

Nada más salir al monte se me ha ido una perdiz pinchada que la he cogido por abajo en los dos tiros y le he hecho plumas.

Al poco tiempo, Miguel tumba una perdiz de ala, que los perros no ven, pero Manolo atento al lance corre por medio de un sembrado hasta darle alcance. Cuando hemos terminado la jornada cinegética le he preguntado con ironía si volvería a hacerlo. No es lo mismo echar a correr cuando estás fresco, que cuando ya llevas unas cuantas horas en el monte. Pero conociendo a Manolo, creo que volvería a repetirlo.

Mientras los lances se iban sucediendo porque hay mucha perdiz, algún tordo nos iba alegrando la mañana con sus vuelos zigzagueantes.

Hoy he conseguido hacer dos dobletes de perdices. El segundo ha sido espectacular porque me encontraba en medio de un barranco, junto a la acequia. A mi lado se encontraba Manolo. Miguel iba por arriba con los perros que iban algo adelantados. El monte no es muy espeso y los perros no cazan a la mano. Si hubiera más maleza aguantarían más. Las perdices al oír a los perros arrancaron en la dirección en la que me encontraba yo, cogiendo mucha altura. Las he dejado que cumplieran y no me he precipitado en apretar el gatillo, abatiendo las dos perdices. Un lance de los que no se olvidan.

Como tampoco, la jornada de hoy en La Patirroja. Las perchas han sido espectaculares. Miguel se ha colgado 9 perdices y 4 conejos y yo, 14.

De camino a casa y como se nos hacía un poco tarde hemos parado a comer algo en Barrax que ganas y apetito no faltaban.