Ya nadie habla ni se acuerda de los refugiados. ¿Qué ha pasado con los cupos que ningún país, entre ellos, España ha cumplido? Estamos tan ensimismados en nuestras cosas, que olvidamos lo realmente importante: las personas. Solo nos preocupa lo material. Si los tipos de interés suben, la prima de riesgo baja o si el PIB va a ser mejor de lo esperado por los mercados. Poco más.

Cada día cientos de personas mueren ahogadas, tratando de salir de la pesadilla en la que viven: pobreza, guerras, violaciones ...

Europa no ha sabido ni querido dar respuesta al grave problema de los refugiados, que huyen de sus países en guerra con la única esperanza de vivir en paz y se encuentran con países que no los quieren acoger, hacinados en campos de refugiados, que son auténticas cárceles, entre alambres de espinos y gaseados por la policía, sin ninguna esperanza.

Si cada país hubiera mostrado una mínima dosis de solidaridad hubiéramos evitado muchas muertes y mucho dolor, algo que pesará sobre nuestras conciencias. Si es que todavía nos queda una pizca de humanidad.

La Europa de la solidaridad, de las oportunidades, la Europa próspera y rica y todas las milongas que nos contaron ha resultado ser un auténtico fracaso. Deberíamos empezar por cambiarla.