En ese ánimo torticero que existe en la clase política por llevar el feminismo hasta las últimas consecuencias, también en el uso del lenguaje, aunque muchas veces se caiga en el ridículo más espantoso, como le ha ocurrido a la "portavoza" de Podemos, Irene Montero , durante su última rueda de prensa en la que utilizó este término para referirse a su condición de portavoz de la formación morada, quizá con la intención de que la RAE incluya este nuevo neologismo en su próximo diccionario.

La señora Montero desconoce absolutamente las normas gramaticales más básicas del castellano porque tal y como reconoce la RAE: en los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos. No está admitido, por tanto: Todos y todas; miembros y miembras, trabajadores y trabajadoras o portavoz y portavoza, por muy progre que parezca decirlo así.

La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina obedece a razones puramente extralingüísticas y en ningún modo normativas.

Por decir portavoza o miembra no se es más feminista, de igual modo que por decir miembro o joven, referido a un chico o a una chica, tampoco uno es machista.

Si quieren hacer políticas feministas no lo hagan a costa de retorcer el lenguaje. Háganlo haciendo políticas de integración.

El uso del género masculino en el lenguaje no denota ningún machismo sino que obedece a unas normas gramaticales establecidas aceptadas por todos, que confieren al castellano una riqueza de vocabulario y de sintaxis que muy pocas otras lenguas tienen.

Se pueden defender perfectamente los derechos de las mujeres sin darle patadas al diccionario.