Cada vez que bajo a Ontinyent, aprovecho la ocasión para echar un vistazo al antiguo almacén de Paduana. Nos han entrado en innumerables ocasiones. Han forzado puertas y ventanas, han abierto con mazas butrones en los tabiques de hormigón, que sustituimos, precisamente, por los de ladrillo, para evitar que entraran a robar. Nada ni nadie les impide seguir cometiendo fechorías, pese a que en su interior ,ya que no queda nada de valor. Las conducciones de luz y gas han sido arrancadas, apenas quedan cristales en las ventanas. Casi todos han sido rotos a pedradas. Los sanitarios han sido arrancados de cuajo. También las puertas de los montacargas que deben pesar un quintal. Por el suelo se ven desperdigados extintores de fuego, trozos de madera, muestrarios... El aspecto que ofrece el inmueble es desolador. Parece extraído de una película bélica. Nada que ver con lo que fue Paduana en su época de esplendor. Hay secciones, como la de perchas o confección, que si no fuera porque todavía conservan el rótulo, están absolutamente irreconocibles.

Imagen del interior del almacén de paduana con el butrón al fondo (Foto. PSG)

Cada vez que voy, me vengo con un regusto amargo. Me vienen a la memoria muchos recuerdos. De nano, pasábamos muchos días en Ontinyent, sobre todo, en Semana Santa, y bajaba mucas noches a fábrica para lanzarme por la rampa del garaje con la bici y recorrer la zona de aparcamiento hasta el bar. Lo hacía por la noche, cuando no había operarios trabajando y el portero estaba haciendo la ronda.

También me gustaba situarme en el centro de la inmensa claraboya de cristal, que había en la zona de aparcamiento, que parecía sacada de un palacio, y dar unas patadas al suelo para escuchar el eco que producía su sonido.

Pero de todos los recuerdos que conservo, me quedo con la imagen de la gente que trabajó en Paduana, directivos y trabajadores, muchos de los cuales eran generaciones enteras de familias, las que habían trabajado en Paduana: padres, hijos, nietos, sobrinos.... Todavía hoy me encuentro con alguno de ellos por la calle y recuerdan su etapa con mucho cariño porque la mayoría sentían la empresa como propia.

Los años en los que estuve trabajando allí, me gustaba acercarme personalmente por las distintas secciones de la fábrica y conversar con los trabajadores. Escucharles. Donde más tiempo pasaba era en la sección de hilatura y telares. Paduana en aquella época no comercializaba ningún producto. Todo se fabricaba en la propia fábrica, desde que entraba la materia prima hasta que salía la última manta. Todo el proceso se hacía en casa.

Paduana fue en los años 70 y 80, líder indiscutible en el mercado de la manta. ¿Quién no recuerda sus míticos anuncios?. "Mantas Paduana, noches de confort", decía el eslogan. Un clásico de la publicidad, que, además, mostró a la primera mujer desnuda en televisión, aunque su cuerpo estaba pintado de la misma tonalidad que la manta para que pasara más desapercibido, teniendo en cuenta que había que lidiar con la censura de la época, casi como ahora. Fue una de las primeras empresas exportadoras, siendo el mercado árabe uno de sus principales destinos. Pero también en Europa y en el resto del mundo se vendían muchas mantas. De toda la colección, una de mis preferidas era la manta cel-air. Una manta de nido de abeja, que se fabricaba en un telar ex profeso para ella y que parecía tejida a mano. Raro era ver el telar parado. Tenía mucha aceptación entre los clientes. Conservo una de esas mantas todavía en casa. Aún creo que será posible encontrarla en algún comercio. También la annabel ,que era una manta jacquard ,bicolor por ambas caras, de tacto muy suave y sedoso . El catálogo era muy extenso. También había colchas de piqué.

La llegada, primero, de las calefacciones a las casas y después del nórdico, terminó por hundir el mercado de la manta y solo los que supieron diversificar a tiempo, sobrevivieron a la voraz competencia.

Paduana apostó entonces por la línea de tapicería y decoración y ahí centró todos sus esfuerzos de innovación y logísticos, sin olvidar la manta, aunque ya se había convertido en algo residual porque las familias empezaban a utilizar el nórdico en lugar de la manta. Todo eran a priori ventajas y comodidades. Pesaba menos que la manta, abrigaba más y, además, te permitía cambiar de modelo simplemente poniendo una funda nórdica.

El remate final a esta situación fue la competencia asiática, entonces no era China sino Corea, que terminó por hundir el mercado de la manta por completo, copiando colecciones de la competencia, con precios absolutamente ruinosos, con los que no se podía competir y obligó a muchas empresas a echar el cierre.