Mañana día 26 de diciembre se cumplen 15 años del fallecimiento de mi madre. Ese día me llamaron del hospital de Xátiva donde estaba ingresada por un enfisema pulmonar para comunicarnos el fatal desenlace. Pasaban de las 11 de la mañana cuando recibí la llamada de un número largo. Me temía lo peor. Descolgué con miedo. Fue el propio médico que la atendía quien me llamó para decírmelo.

Yo me disponía a bajar en ese momento a casa de mi hermana Patricia para ir juntos a verla al hospital, como hacíamos todos los días con mi sobrina Paula.

Cuando llegué a Ontinyent,  mi hermana estaba esperándome en su casa preparada para irnos. No me salían las palabras. Me fundí en un enorme abrazo con ella. Recuerdo el terrible llanto de dolor de mi cuñado Wences al enterarse de que mi madre había fallecido. Yo creo que a mi madre la quería todo el mundo porque era imposible no quererla. Era pura bondad.

Mi madre llevaba unas semanas encontrándose mal, muy fatigada. La vieron varios médicos y achacaron su cansancio a la medicación. Llevaba muchos años tomándose medicamentos para mitigar el dolor que provoca la artritis reumatoide que padecía desde muy joven. Eduardo Rovira que era el médico de la familia  la visitó en Valencia y quedó en verla más adelante en su consulta para hacerle más pruebas.

A mi madre le cambiaron la medicación para la artritis y posiblemente eso tuvo mucho que ver con los efectos secundarios que le provocaron la dolencia pulmonar. La traumatóloga que la trataba no nos advirtió de los efectos secundarios y de las pruebas que debía hacerse de manera rutinaria para evitar complicaciones. Cuando se lo consulté a Rovira me dijo que seguramente eso había precipitado la enfermedad pulmonar que derivó después en un enfisema que le provocó la muerte.

Aquella noche  que la bajé a urgencias antes de subirnos al coche me preguntó: Patri, ¿saldré de esta?  Llegamos al hospital de Ontinyent y de allí la  trasladaron en ambulancia al de Xátiva. Casualmente  esa noche se encontraba de guardia  Rafa Galiana, que fue médico de Paduana con su padre. Tras hacerle unas pruebas, Rafa nos anticipó la grave dolencia que padecía. Tenía una insuficiencia respiratoria muy severa, con apenas un 40% de capacidad pulmonar. Yo creo que mi madre sabía que se estaba muriendo, pero nunca quiso ser una carga para ninguno de nosotros.

Pasó varios días en la UCI hasta que murió.

Durante estos 15 años la he tenido presente en cada instante de mi vida. Cada día recuerdo sus consejos que de nano escuchaba a regañadientes, sin prestarle la atención debida como supongo que nos pasaba a la mayoría de los niños. Hoy me doy cuenta de la razón que tenía en muchas de las cosas que me decía por mi bien, como hacen todas las madres con sus hijos para tratar de protegernos. Ojalá hubiera prestado más atención a aquellos consejos y a aquella sabiduría que da el paso de los años y la experiencia acumulada. Seguramente las cosas me hubieran ido de otra manera. Pero nosotros con diez o doce años creíamos saberlo todo y lo que nos decían nuestros padres nos parecían monsergas. ¡Qué equivocado estaba!

Mi madre no solía enfadarse mucho con nosotros, pero cuando lo hacía no nos pegaba, como sí lo hacía de vez en cuando mi padre, ella prefería quietarse la zapatilla, normalmente la del pie derecho y la lanzaba, afortunadamente con escasa puntería. La zapatilla podía acabar en cualquier sitio cerca de un jarrón o de un aparador, pero nunca impactaba contra el objetivo, que normalmente era yo porque mis hermanas se portaban bastante mejor.

Mi madre ha sido un pilar fundamental en mi vida y aunque ya no esté con nosotros lo sigue siendo.

Me daba fortaleza en los momentos difíciles, sabía escuchar, transmitía una paz inmensa, siempre tenía una palabra amable.

Siempre estarás en mi corazón.