Las durísimas imágenes de una montería en Portugal, organizada por una empresa española, con más de medio millar de reses abatidas entre venados y jabalíes nos ha indignado a todos, no solo a los grupos ecologistas, también a los propios cazadores, que no compartimos en absoluto que se cometa semejante brutalidad.

Las personas que participaron en esa cacería, 16 en total, no representan al colectivo de cazadores que en su inmensa mayoría es respetuoso con practicas cinegéticas sostenibles.

Los que nos sentimos cazadores de verdad sabemos que eso no es cazar. Es masacrar indiscriminadamente, matar por puro divertimento. La caza es un sentimiento, una lucha entre el cazador y el animal.

En una montería de las muchas que se organizan en España, si estas fino ese día con el gatillo y tienes suerte con el puesto que te ha tocado puedes matar, en el mejor de los casos, un par de ejemplares. Asignan unos precintos y nunca puedes excederte del número de capturas. Aquí la media ha salido a 34 bichos por cazador.

La finca donde se organizó la cacería es un cercón, es decir, un lugar cerrado donde los animales no pueden entrar ni salir y, por tanto, no tienen escapatoria posible. La caza mayor debería permitirse solo en fincas abiertas, donde los animales gozan de total libertad, aunque en España la mayoría de las fincas de caza mayor son cerradas.

Según las informaciones que se han conocido en la finca se va a instalar una central fotovoltaica de gran tamaño, y quizá sea esa la razón para aniquilar a todos estos animales.

Si lo que se quería era montar una planta fotovoltaica se podían haber barajado otras opciones como capturar a los animales para repoblar otros cotos antes que participar en esta bacanal de sangre.

A raíz de las fotografías publicadas se ha abierto una investigación. Pero como siempre el daño ya está hecho y la imagen del cazador otra vez por los suelos.