Son muchos los que se han escandalizado y, con razón, por las palabras de Pablo Iglesias durante una entrevista en las que equiparaba al prófugo Carles Puigdemont con los exiliados republicanos. Pero lejos de matizar estas declaraciones, como le pidieron algunos ministros y miembros de su propio partido, sacó pecho ratificándose en sus afirmaciones. Es lo que tiene ser un perfecto ignorante, además, de un prepotente. Cualidades ambas que ostenta a la perfección.

El señor Sánchez prefiere seguir manteniéndolo en su cargo de vicepresidente segundo porque sabe que si lo cesa, se acaba la legislatura y con él, su ansiada presidencia. Así que le deja seguir diciendo toda clase de improperios, sin que estos tengan ninguna consecuencia política. Iglesias que no es precisamente tonto, lo sabe y hace gala de ello para tener contentos a los independentistas catalanes, a la postre socios de Gobierno de Sánchez.

En el caso de los socialistas españoles, muchos de los cuales fueron fusilados por sus ideas y otros muchos tuvieron que marcharse de España para no ser represaliados por la dictadura franquista, las palabras de Iglesias han sido no solo irrespetuosas sino ofensivas para los cientos de miles de personas que huyeron de este país para no terminar con un tiro en la cuneta, mientras  otros muchos acabaron sus vidas en campos de concentración. Comparar esta terrible y trágica situación que vivieron por desgracia muchos compatriotas con la de un  auténtico caradura, un tipo que se ha fugado de la justicia española para no rendir cuentas y seguir viviendo del cuento del independentismo, que vive en Bruselas en un retiro dorado con sueldo de eurodiputado  no solo es grotesco sino hiriente.

El señor Pablo Iglesias sigue pensando que Carles Puigdemont es un exiliado político y sus compañeros catalanes, encarcelados, no por sus ideas sino por organizar un referéndum ilegal y orquestar un golpe de estado contra el régimen constitucional, presos políticos.

Que esto lo diga, lo afirme y lo mantenga, un miembro del Gobierno de España es infame porque en España no se persigue a nadie por sus ideas sino por quebrantar la ley.