Sigue lloviendo intensamente. A la una del mediodía llevamos registrados entre ayer y hoy 55 litros. El tiempo no da ni un minuto de tregua. Tardarán semanas antes de poder entrar a los campos. La humedad multiplica enormemente el riesgo de hongos, como el mildiu en la viña.

Hasta que se pueda acceder a los campos para realizar los tratamientos fitosanitarios necesarios, el hongo puede estar muy avanzado, con lo cual, la efectividad de los tratamientos es nula o muy escasa, permitiéndose que se desarrolle la enfermedad y afectando finalmente a la cosecha.

En los primeros cuatros meses de este año ha caído prácticamente el agua de todo el año que ronda los 500 litros anuales. Hemos pasado de una sequía feroz en los primeros meses del año, con un invierno extraordinariamente muy seco, a un panorama totalmente distinto; con el agua, las heladas y el granizo como protagonistas.

El problema de que siga lloviendo los próximos días es que la excesiva humedad y el agua acumulada puedan provocar asfixia radicular en los árboles y en las plantas, secándolos.

Ha llovido tanto en las últimas semanas que a la tierra le cuesta absorberla. Los campos están anegados.

Pero, además, de esta excesiva pluviometría, los agricultores han de hacer frente al alza de las materias primas y los carburantes. Abonos, semillas, luz, gasoil o fitosanitarios han multiplicado por más del doble su precio, sin que el agricultor pueda repercutir esa alza en sus productos, cuyo valor es cada vez menor en el mercado.

Naranjas a 0,12 céntimos el kilo que es lo que vale la red donde van envueltos los cítricos es lo que percibe el agricultor por su trabajo. Precio que se multiplica exponencialmente cuando llega a los lineales de las grandes superficies. Ocurre con las naranjas y con otros muchos productos del campo como: el ajo, la berenjena, la cebolla o la patata, con incrementos del 758%, como el caso del ajo.

El campo es rentable, pero no para quien lo trabaja con su esfuerzo sino para los intermediarios y las grandes cadenas de distribución, que multiplican sus márgenes de beneficio a costa del agricultor. Solo hay que ver la cuenta de resultados de las grandes superficies, que, además, han incrementado precios en plena espiral inflacionista, para darse cuenta de ello.

El agricultor sigue siendo el último en la cadena alimentaria.