Pedro Sánchez ha endurecido su discurso frente al tono moderado que ha mostrado en otras ocasiones. La dura derrota en las elecciones andaluzas donde Juanma Moreno Bonilla obtuvo una aplastante mayoría absoluta le ha llevado a presentar su segundo paquete de ayudas anticrisis y a dirigirse a su electorado más de izquierdas y más ideologizado, sin un ápice de autocrítica sobre las causas de la debacle electoral en Andalucía.

Sánchez se refirió a terminales mediáticas y económicas que intentan tumbarle. No nos van a quebrar, avisaba.

Un tono poco democrático para un presidente de Gobierno que habla de conspiraciones de los grandes poderes económicos.  Un discurso más propio de Pablo Iglesias que de Pedro Sánchez. Solo le faltó hablar de las clases populares.

El pueblo andaluz ha hablado de forma democrática y lo ha hecho a través del mejor instrumento democrático que existe que son las urnas y el voto.

Sánchez se parece cada vez más a Melénchon y menos a Macron.

Cuando falta poco más de un año para las elecciones generales y con autonómicas y municipales a la vuelta de la esquina, Sánchez está echando mano del manual de supervivencia, pero con la vista puesta en su propio interés de permanecer en la Moncloa a cualquier precio.