Nadie duda de que las encuestas en intención de voto dan una mayoría amplia al PP de Núñez Feijóo, aunque todavía lejos de la mayoría absoluta. Por tanto, es más que probable que necesite de pactos para gobernar. Y ahí está la gran pregunta todavía sin resolver: si echará mano de los votos de Vox o no.

Hablar, sin embargo, de cambio de ciclo es un poco precipitado. A un año de las elecciones municipales y autonómicas convendría ser un poco más cautos.

Es evidente que el Gobierno está muy desgastado como consecuencia de la pandemia y de la guerra en Ucrania, con una inflación disparada y con una crisis económica en Europa a las puertas.

Con todo lo que supone un Gobierno de Coalición con Unidas Podemos, haciendo de oposición dentro del mismo Gobierno y con una oposición absolutamente carente del más mínimo sentido de Estado,  el Gobierno ha sacado adelante leyes como: la reforma laboral, la ley de eutanasia, la ley del aborto, el ingreso mínimo vital o la subida del SMI.

Logros sociales, sin duda, que han beneficiado a amplios sectores de la sociedad española.

También es evidente que no ha sido ni está siendo una legislatura nada fácil para Pedro Sánchez. No me gustaría estar en su piel, ni creo que ningún dirigente político quisiera estarlo en la situación actual donde no es nada fácil tomar decisiones.

El PP ha resurgido con fuerza después de la defenestración de Pablo Casado y el nombramiento de Núñez Feijóo como nuevo líder del PP. Un dirigente con mucha más experiencia política, avalada por cuatro mayorías absolutas en Galicia y, sobre todo, con un tono y unas formas muy diferentes a las de su predecesor en el cargo, pero que todavía tienen que concretarse con hechos porque sigue todavía sin renovarse el CGPJ, que continúa bloqueado tras tres años y medio de interinidad y parece que Fejóo no esté por la labor de renovarlo ni tampoco el Tribunal Constitucional.

La música que toca suena muy bien, pero hay que escuchar toda la partitura y de momento suena algo desafinada.