La noticia saltaba a la prensa hace solo unos días. Una profesora de música se ha ido al paro después de 35 años de docencia por no tener el título de valenciano.

Un ejemplo más de la política lingüística valenciana que premia el requisito lingüístico antes que el conocimiento o la experiencia. Se da la circunstancia de que la docente no cuenta con el título, pero sí es valenciano parlante.

La profesora ha señalado que se dirigía a sus alumnos en castellano o valenciano, dependiendo de los alumnos.

El tema ha llegado hasta el Congreso de los Diputados, donde el diputado de Compromís, Joan Baldoví ha arremetido contra la docente por no haberse sacado el título de valenciano.

Me parece un escándalo que se prime el requisito lingüístico por encima del conocimiento o de la experiencia, como tenía acreditada esta profesora de música, tras 35 años dedicados a la docencia.

En baleares hemos visto como no se contrataba a médicos por no saber catalán. Da igual la especialidad que tuvieran: oncología, cardiología o traumatología, lo importante es que supieran catalán. Un auténtico disparate.

Yo mismo fui testigo durante un máster de Periodismo y Comunicación que cursé en la Universidad de Valencia, en colaboración con el periódico Levante EMV, como una alumna extranjera que no entendía el valenciano, le pidió al profesor que, por favor, diera su clase en castellano a lo que el profesor se negó rotundamente, esgrimiendo los mismos argumentos que el señor Baldoví. La clase transcurrió íntegramente en valenciano, pese a la reclamación de la alumna. Yo lamento no haberme levantado aquel día del asiento ante la negativa del profesor a continuar la clase en castellano. Por referencia a la alumna, pero sobre todo por respeto debería haberlo hecho.

La política sectaria del nacionalismo lleva a estos extremos. En Cataluña, los colegios se niegan a impartir el 25% de las clases en castellano, pese a que la ley les obliga a ello.

 Conocer o hablar una de las lenguas cooficiales, junto al castellano, como es: el euskera, el valenciano, el catalán o el galego debería ser un valor añadido, pero nunca excluyente como por desgracia ocurre.