El IPC del mes de septiembre ha dado un pequeño respiro a las familias españolas, después de que este indicador económico haya caído un 1,5% respecto al mes anterior y se haya situado en el 9%. También la inflación subyacente que es aquella que no tiene en cuenta los productos energéticos ni los productos alimenticios sin elaborar se ha reducido. No he escuchado a la oposición felicitarse por este dato. Per pasa lo mismo cuando el Gobierno ofrece las cifras del paro, siempre hay quien ve la botella medio llena o medio vacía.

Buenas noticias, sin duda, en un escenario económico muy complicado derivado de la guerra en Ucrania.

Las medidas aprobadas por el Gobierno, con el voto en contra de oposición que se opuso al paquete de medidas anticrisis, de rebaja de impuestos en el IVA de algunos productos y de la luz y de los combustibles están empezando a dar resultados, si bien, la inflación sigue en unos niveles muy elevados que ha hecho que muchos productos de la cesta de la compra se hayan encarecido por encima del 15%.

La mejor receta para detener esta espiral inflacionista no es otra que parar la guerra. La inflación es un problema coyuntural, no estructural, como consecuencia de la guerra en Ucrania. Los precios volverán a moderarse, si somos capaces de que Rusia y Ucrania se sienten a negociar un acuerdo de paz.

Al margen de políticas económicas que se puedan implementar para contener la inflación, como deflactar el IRF, bajar impuestos o subir los tipos de interés, la receta más efectiva es detener la guerra, no solo por las consecuencias económicas que conlleva en la economía de los países sino por la brutalidad de un conflicto que solo ha traído muerte y destrucción.