Empieza fuerte la campaña electoral con Pedro Sánchez arengando a los suyos para luchar “contra la derecha extrema y la extrema derecha”, metiendo en el mismo saco a PP y Vox .Lo siguiente ha sido cargar contra los medios de comunicación. Lo ha dicho durante una reunión en el Congreso con los diputados y senadores socialistas, tras la debacle electoral en las pasadas elecciones autonómicas y municipales, donde el PSOE ha perdido las principales CCAA y ayuntamientos. Aún así hay quien ve que el PSOE ha resistido bien estos comicios. Dos largos minutos de ovación le dedicaron los diputados y senadores socialistas al presidente del Gobierno que ha decidido adelantar las elecciones generales al próximo 23 de julio. Disciplinadamente todos los presentes aplaudieron al líder supremo en una imagen que me recuerda más los discursos de Kim Jong -un que a los de un líder demócrata de un país como es España.

Citó a líderes mundiales como Joe Biden, Donald Trump o Jair Bolsonaro. Puestos a elegir prefiero a Emmanuel Macron o a Olaf Scholz.

Me pregunto que hubieran hecho esos mismos senadores y diputados socialistas, si el 28 de mayo el PSOE hubiera mantenido el poder territorial que finalmente ha perdido en beneficio de los populares. Supongo que lo hubieran sacado en volandas, con dos orejas y rabo.

Equiparar al PP con la derecha extrema o decir que el PP y Vox son lo mismo es llevar la campaña política hacia una mayor radicalización y polarización de los socialistas que solo conduce a embarrar todavía más la campaña electoral, donde el miedo a la extrema derecha va a ser el tema recurrente. Un discurso que ya se ha comprobado que es fallido y que no ha funcionado.

Es evidente que los socialistas se han puesto muy nerviosos ante el auge de la derecha en estas pasadas elecciones y han endurecido su discurso, llevándolo al terreno de: o yo, o el caos.

Sánchez ha preferido escorarse todavía más a la izquierda en lugar de buscar el espacio de centro izquierda y buscar votos en ese electorado que ahora mismo está huérfano y sin un partido político que los represente después de la desaparición de Ciudadanos.

Termina una legislatura donde más allá de los logros sociales que se han conseguido y que hay que reconocer como son: la subida del SMI, la revalorización de las pensiones, la reforma laboral o el ingreso mínimo vital; los desacuerdos dentro del gobierno de coalición con Unidas Podemos han sido una constante donde muchas veces ha resultado difícil saber quién es el interlocutor dentro del Gobierno porque muchas veces se decía una cosa y la contraria.

Sánchez y su equipo deberían rebajar el tono y hablar de propuestas que es lo que quieren escuchar los ciudadanos, en lugar de alentar  un nuevo frentismo.