Se tiende a la paradoja de observar si el turismo de masas es una invasión bárbara o una bendición económica, ciudades como Venecia, París, Barcelona, Madrid, se han planteado como frenar ese turismo masivo que a veces destruye la sociología del habitante, las formas de vivir o el hábitat estructural medioambiental. Pero el dilema es que la atracción turística y los transportes y organizaciones de viajes baratos, o empresas de alquileres económicos, estimulan este turismo de masas que todo lo escudriñan, museos, casas de comidas, parques temáticos, que abarrotan hoteles sin pausa, y a pesar de las tasas turísticas que en muchas ciudades de Europa cangan en las facturas de los hoteles cuando vas por tu cuenta (París, Milán, etc.) y no cuando vas en grupo ya que las agencias se encargan del mismo, aunque previamente lo han facturado en el monto del viaje. Hay lugares que siempre han querido tener mucho turismo pues han obtenido pingües beneficios, pero ahora a la larga se ven resentidos. Hay una librería célebre en Oporto, Lello, que por su belleza decorativa y contenido literario estaba a punto de cerrar por la crisis económica, puso un precio de entrada por la visita, si compras libros te lo descontaban y ahora tiene beneficios millonarios pues recibe más de un millón de visitantes. El turismo es una suerte, pero a su vez es una trampa.