J. Antequera, Castelló

El consulado de Rumanía estima que el 20% de los inmigrantes que viven en Castelló –unos 13.000– piensa regresar a su país. Sin embargo, encontrar a un ciudadano de ese país que esté dispuesto a hacer las maletas es como buscar una aguja en un pajar. Una minoría se lo plantea sólo como última solución. La mayor parte cree que, aunque con dificultades, están mejor en Castelló. La comunidad rumana debate estos días sobre la oferta que el Gobierno de Zapatero ha lanzado para que los inmigrantes que estén en el paro puedan cobrar el subsidio íntegro y empezar una nueva vida en su país.

Pocos son los que confían en que esta propuesta pueda prosperar. En general, se impone el pragmatismo del «mejor me quedo como estoy» al romanticismo de volver a la patria, de la que muchos se han olvidado ya.

Gianina Carmen Cioroiu, ingeniera industrial de 32 años, llegó a España hace siete. Ha sido camarera, dependienta del Corte Inglés, y una larga lista de empleos muy por debajo de su capacidad y titulación. «He tenido que trabajar para sobrevivir. Ahora llevo cuatro meses en el paro, pero es más complicado de lo que pensaba yo. Seguramente acabaré otra vez de camarera porque tengo una hipoteca que pagar», explica. Dice que ha mandado «cincuenta currículums» cada día, pero ha terminado creyendo que a la hora de encontrar un empleo, «la prioridad la tienen los españoles». Está contenta de poder vivir en Castelló y no se plantea de momento acogerse a la propuesta del Gobierno de Zapatero. «Eso no va a funcionar. En el caso de las familias que tienen casa en Rumanía puede que sí se marchen, pero los que tienen niños en colegios de Castellón y una hipoteca que pagar ya no lo harán. Yo mismas me he comprado casa aquí. ¿Qué hago ahora, la vendo?».

Ramona, su hermana economista de 36 años, echa de menos su casa de Rumanía, la casa de sus padres, de la que habla como de un lugar casi mítico. Otra cosa es el Gobierno, los políticos, a los que no echa nada de menos. «Si me quedo sin trabajo y sin dinero claro que volveré. Estoy trabajando, de momento, en una asociación rumana, pero las cosas están muy mal. Me plantearía volver, porque no tengo marido ni hijos. Veo bien las medidas de Zapatero, pero para la gente que no tiene una hipoteca ni a los niños en el colegio». No cree que sea un buen momento para aventurarse a montar un negocio en el país balcánico con el dinero que pueda cobrar con el desempleo.

Mitrea Aurelia, de 56 años, es asistenta de hogar. «Esto de regresar con el dinero del paro es sólo una propuesta, pero no se ha concretado en nada, no se ha firmado nada entre los dos gobiernos». Tampoco le seduce la idea de regresar, en realidad llegó a España buscando un futuro para su hija, que está disfrutando de una beca de estudios. «Ustedes los españoles lo han hecho muy mal en una cosa: sólo han pensado en la construcción. Tendrían que haber pensado: vale, necesitamos extranjeros, pero seleccionemos un poquito. Así, podrían haber elegido a las personas más preparadas, las que tienen estudios y quieren trabajar».

Spataru Silviu, un estudiante de 21 años, llegó a España en 2007 con su familia. Tampoco piensa en regresar. Opina que en Rumanía no se puede vivir con 200 euros, el salario medio. Además, pagar un piso cuesta casi 500 euros al mes. «Estoy estudiando para preparar una oposición en algún ayuntamiento». Su padre llegó a España para trabajar en la construcción pero él ya no forma parte de este prototitpo de trabajador asalariado, él ya es segunda generación. Está más formado, aspira a un empleo cualificado y está perfectamente integrado en España, con amigos rumanos y españoles. «¿Volver a Rumanía? Pero si mi equipo es el Barça. Soy de aquí. Esperemos que mejore la situación económica, pero ya le digo que siempre mejor aquí que en Rumanía».

Sorin Simeon tampoco pertenece a ese estereotipado perfil de inmigrante rumano albañil. Es traductor de español y lleva en Castelló desde el año 95. Sin embargo, para él ha llegado la hora de regresar. «Toda mi familia está allá. No viajamos a España por nuestra situación económica, lo hicimos por ampliar los estudios. Creo que hay gente que está pensando en regresar a Rumanía porque aquí ya no tienen nada. Si la motivación del trabajo desaparece poco te retiene», asegura. Sin embargo, la de Simeon no parece ser la opinión mayoritaria entre la comunidad rumana. Entre el infierno laboral español y el infierno rumano pocos son los que no eligen el primero. No se dan por vencidos. Aún creen que el sueño es posible.