La vida de Laura Pérez Chiva, una mujer transexual de 43 años, es un ejemplo de lucha contra la exclusión desde que en 2009 decidió ponerse en manos de los médicos y empezar el cambio hacia el género con el que realmente se identificaba. Esta castellonense nació siendo Juan en el año 1972, «cuando todavía existía la ley de vagos y maleantes y se perseguía la homosexualidad», recuerda. Y aunque en su foro interno siempre fue consciente de su condición, no se atrevió a salir del armario hasta mediados de los 2000, cuando las leyes de Zapatero sobre transexualidad y matrimonio gay empezaron a normalizar lo que siempre fue un estigma social.

Su psicóloga le animó a probar el tratamiento de hormonas para el cambio de sexo y a partir de ahí inició la transición. «Mi familia se sorprendió muchísimo cuando dije que quería ser mujer porque nadie sospechaba nada», señala. Hasta la fecha había llevado una vida típicamente masculina y heterosexual. Cultivaba su afición por las motos y estuvo a punto de casarse con una de sus novias. Hoy en día está orgullosa de ser «la primera transexual de un club de Harley Davidson» y mantiene una cordial relación de amistad con su ex.

Sin embargo, el camino de Juan a Laura ha sido agridulce. «Mi madre se lo tomó muy bien pese a ser de ideología conservadora, pero sufría porque yo también sufría», admite. En su entorno hubo personas que la apoyaron y amigos de toda la vida que le dieron la espalda. Vivía en Vall d'Alba y pese a ser un pueblo pequeño no tuvo grandes problemas allí, entre otras cosas, porque se pasaba el día en el trabajo. Un empleo que perdió, asegura, por ser transexual. «Me quedé en la calle por esto, algunos me hacían la vida imposible», recuerda con indignación.

Tiene una fecha grabada a fuego: el 21 de septiembre de 2010. Fue el primer día que salió a la calle vestida de mujer. «Cuando me vi en el espejo fue como quitarme un gran peso de encima, me dije: Laura está aquí y ha venido para quedarse», recuerda con orgullo. Empezó el tratamiento de endocrinología en el Hospital Doctor Peset de Valencia y en su primera cita ya cambiaron el nombre que constaba en su expediente médico: «Entré a la consulta como Juan y salí como Laura».

Los dos primeros meses de la transición fueron «muy duros», unas veces se vestía de él y otras, de ella. «No me sentía cómoda, pensaba que todo el mundo me miraba», reconoce. Mientras lidiaba con sus propias tribulaciones, tenía que defender su identidad allá donde no le permitían ser quien realmente era. «No me dejaron usar el baño de mujeres en la empresa donde trabajaba hasta que me cambié el DNI en 2012, algo tan sencillo como un trozo de cartón me abrió las puertas».

Uno de sus hermanos tampoco acaba de aceptarla, aunque reconoce que en los momentos difíciles puede contar con él. Pese al sufrimiento que produce la exclusión, Laura entiende que a la gente de su entorno le cueste adaptarse a su nueva realidad, pero tiene un lema: «Si no me aceptas, al menos, déjame vivir».

Su aspecto físico es femenino, por lo que muchas de las personas a las que ha conocido siendo Laura se sorprenden cuando descubren su transexualidad, según relata. Se implantó senos en 2014, lo que supuso un punto de inflexión importante. Sólo hay un signo que puede delatar su antigua condición: la voz. «Cuando voy por la calle hay gente que al oírme hablar me mira extrañada, lo cual no me molesta, sólo me duele cuando se burlan», asegura. Basta pasar cinco minutos con ella en público para constatar la veracidad de sus palabras.

Lamentablemente, como la mayoría de transexuales, está acostumbrada a ser objeto de mofa y muestras de desprecio. Normalmente hace caso omiso a los comentarios homófobos, aunque reconoce que alguna vez ha protagonizado algún encontronazo al no poder contener la indignación.

Ahora canaliza la lucha contra la incomprensión a través del activismo. Es miembro de Castelló LGTBI, un colectivo por la diversidad sexual que persigue la integración de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales.

Abraza con ilusión la nueva normativa que tramita el Consell porque abre espacios para la normalización del colectivo, aunque llama a la cautela a las personas que quieran cambiar oficialmente la identidad antes de iniciar el tratamiento, puesto que «a veces la gente se echa atrás cuando ve los efectos hormonales».

Por otra parte, se congratula del cambio que poco a poco se va palpando en la sociedad. La temática de la transexualidad se ha puesto sobre la mesa en el debate público, no sólo mediante reformas legislativas, sino a través de documentales y películas que contribuyen a normalizar la situación del colectivo. A pesar de ello, «en España queda mucho camino por recorrer en este sentido», lamenta Laura, quien, pese a todo, ve el futuro con optimismo.