P Ya se ha dicho casi todo sobre la crisis del PSOE y sobre cómo transcurrió ese sábado de susto o muerte en el que el centenario Partido Socialista Obrero Español estuvo a punto (dicen) de volar por las aires. Ahora falta saber si la organización política que más tiempo ha gobernado este país en democracia es capaz de curar las heridas que provocó la mascletà del sábado en Ferraz ó si, por el contrario, estamos ante una voladura controlada de consecuencias todavía imprevisibles. Está por ver.

Aquí nadie quiere asumir culpa alguna aunque todos son en buena parte culpables. El primero Pedro Sánchez quien debió dimitir hace tiempo como viene siendo norma no escrita en su partido y asumir su responsabilidad ante los reiterados fracasos electorales: nunca antes ningún otro secretario general había liderado tantas noches de dulces derrotas ni había acumulado una serie histórica tan nefasta en las urnas. Sánchez, que decapitó en la plaza pública a Tomás Gómez en Madrid precisamente por el temor a esa previsible derrota electoral que él si cosechó y por la que no asumió responsabilidades, también obvió otra realidad del PSOE: su estructura federal que hace de los secretarios de las federaciones y de los presidentes autonómicos una de las patas clave en la estructura de poder del partido.

El «No es NO» a Mariano Rajoy no tenía más recorrido que garantizarse la fidelidad de la militancia al tocar la fibra de aquellos que, legítimamente, sienten el partido como suyo. Pero no pudo administrar ese doble NO: no logró sumar a Podemos a su primer pacto con Ciudadanos, lo que llevó a unas segundas elecciones, y después fue incapaz de articular una mayoría suficiente sin el apoyo de los partidos que piden el derecho a decidir... que a mí me parece legítimo, pero no al Comité Federal del PSOE que se lo había prohibido.

Ante los dos mandatos que tenía Sánchez del máximo órgano de su partido, el NO a Rajoy y el NO a los «separatistas», sólo cabía una alternativa que desde el minuto cero se topó con otro NO, el de Pablo Iglesias. Fue el tercer error de Sánchez: visto que era imposible conformar gobierno, tenía que haber apartado al partido del foco que inculpaba al PSOE como el principal responsable de unas terceras elecciones y abrir un proceso de reflexión para definir su estrategia. Demasiados noes.

Frente a ello las formas con que sus críticos consiguieron descabalgar a su secretario general no parecen las más recomendables en política y dibujan un panorama desolador en el partido. Desconozco sí había otras vías, pero no me gusta nada la que hicieron servir por mucho que esté recogida en los estatutos. Pero ese es un problema interno que deberán resolver de la mejor manera posible. Entre otras cosas para evitar que el susto o muerte del Comité Federal se traslade a los territorios en los que actualmente se sustentan gobiernos de progreso.

Un guante que Pablo Iglesias ha puesto en el debate público y que Antonio Montiel no tardó en recoger en la Comunidad Valenciana. La broma no tiene ninguna gracia: Sólo faltaría que la falta de acuerdo para un gobierno progresista en España se pagara con la caída de los gobiernos del cambio que sí han podido conformarse y que están funcionando razonablemente. «Sería importante reclamar un respeto para los que no somos cartas de cambio ni peones de partidas en las que no participamos», no son declaraciones de ningún barón socialista temeroso de perder su cargo ante la amenaza de Pablo Iglesias. Quien así habló es la portavoz de Podemos en el ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre. Es lo que está en juego.

Aquí, en la Comunidad Valenciana, no parece que peligre el Pacte del Botànic. Así lo ha dicho la vicepresidenta Mónica Oltra quien ayer mismo reiteró que lo que pase en Madrid no puede tener consecuencias en Valencia. Por cierto, Oltra hizo desde la sala de prensa del Consell una firme defensa de la coherencia ideológica del president Ximo Puig en la aplicación de políticas progresistas y de izquierdas. Algo que contrasta con algunos comentarios que estos días hemos leído en las redes sociales firmados por compañeros de partido del President. Para hacérselo mirar....Para justificar políticamente la retirada de su apoyo parlamentario al actual gobierno de la Generalitat Valenciana, Podemos deberá explicar razonadamente qué puntos de l'Acord del Botànic ha incumplido el PSPV-PSOE. De lo contrario corre el riesgo de aparecer como una formación sucursalista al servicio de su central en Madrid que utiliza a los valencianos como moneda de cambio para sus intereses nacionales y, la verdad, no es ese el perfil que yo encuentro entre la mayoría de militantes y votantes de Podemos. Sinceramente, lo que debería hacer Montiel es entrar en el gobierno y aportar desde dentro su granito de arena para recomponer los derechos sociales y las desigualdades que el PP arruinó en esta Comunidad.

Porque conviene no olvidar que para los valencianos, al menos para los de Podemos y los del PSOE, sí que hay algo peor que un gobierno del PP (incluso en minoría) en Madrid: la vuelta al Palau de la Generalitat de un gobierno del PP. Eso sí que NO... aunque sean ya muchos noes.