¿Imaginan una escuela en la que los alumnos fueran los protagonistas de su propio proceso de aprendizaje y los maestros fueran principalmente guías, orientadores o asesores? Esto es lo que propone la llamada educación en la diversidad, un movimiento ya extendido en escuelas de Cataluña y el País Vasco y que está llegando a escuelas de la Comunidad Valenciana, basado en un aprendizaje dialógico y crítico.

El profesor de la Universitat Jaume I (UJI) Juan Pedro Navarro forma parte, junto a otros profesores como Jesús Gil, Manuel Martí y María Santágueda, del grupo de investigación Endavant (Enfoque de la Diversidad como una Ventaja) en el que se abordan diferentes metodologías aplicadas en las aulas. Una investigación basada en demostraciones científicas que avalan la escasa efectividad de las clases magistrales en las que los alumnos apenas retienen un 5 por ciento de los contenidos. En cambio, los mismos estudios revelan que con clases más participativas y prácticas, los alumnos retienen el 80 por ciento de los conocimientos.

En una sociedad en la que ha cambiado tanto en los últimos años, en las aulas sigue predominando una metodología tradicional basada en las clases magistrales. No obstante, parece que esta fórmula no está dando resultados satisfactorios, a tenor de los datos de fracaso escolar. Ante esta situación, algunas escuelas y equipos de investigación como Endavant están intentando buscar otras formas de entender la educación. Navarro dice que «se trata de ver cómo mejorar la educación a través del uso de otras herramientas que dan mejores resultados académicos. Por ejemplo, con el aprendizaje dialógico y crítico y con estrategias educativas innovadoras a la hora de impartir las clases, que haga que el alumno sea más participativo en su proceso de aprendizaje».

Entre estas técnicas estaría la lectura por parejas, «más efectiva que una lectura individualizada». Las clases prácticas, «donde se hace un aprendizaje desarrollado por proyectos, la participación del alumnado es muy activa, donde se interactúa y se crean formulas más inclusivas y participativas». Grupos cooperativos «que integran a todos, que entre ellos se pueden ayudar, aumentando así la autoestima, la empatía y la autonomía personal». Y grupos interactivos, heterogéneos, no flexibles, «formados por los profesores para evitar la elección de 'los mejores'».

Todo ello favorece el trabajo en equipo, la solidaridad, el compañerismo, el respeto, la empatía la participación,... «Y todo ello revierte en unos mejores resultados académicos, una mejor convivencia y una adquisición de valores humanos que es lo que interesa en todo proceso educativo», añade el profesor.

Para Navarro, la clave está en la manera de impartir las clases y asegura que el hecho de que un alumno pueda presentar un retraso madurativo en el aprendizaje o una diversidad funcional no significa que no tenga una determinada capacidad cognitiva o pueda destacar respecto a otros compañeros en determinadas materias del conocimiento. «Investigaciones científicas han demostrado que, en estos casos, con otras formas de trabajar que potencien la autoestima y las ganas de aprender se han mejorado sus resultados».

Sin deberes ni libros

La «escuela democrática» también abogaría por la supresión de los deberes o reducirlos a unas horas semanales determinadas, según la etapa escolar, pero nunca que sobrepasaran las 4 o 5 horas semanales en los últimos cursos de primaria. «Después de tantas horas en el colegio no es concebible que tengan que hacer más tareas en casa. Además de que es una cuestión que genera desigualdad entre los niños que pueden ir a clases particulares y quienes no, y no facilitan la conciliación familiar», apunta el profesor quien señala que igual pasaría con los libros de texto «que ya deberían estar superados por los libros digitales o por buscar información en internet o la propia elaboración de los materiales curriculares por el alumnado».

Juan Pedro Navarro es también el director de la escuela de adultos Paulo Freire de Almenara desde hace 25 años. Tiempo durante el que ha aplicado esta manera de enseñar, cómo puede ser el aprendizaje interdisciplinar o el aprendizaje-servicio y que, con los años, ha validado el futuro de muchos de sus alumnos que, tras un fracaso escolar en el sistema escolar obligatorio, han retomado los estudios. «En todo este tiempo hemos tenido muchos casos de personas jóvenes y no tan jóvenes que han mejorado su currículum con la obtención del graduado en ESO, han acabado estudios superiores y están trabajando en puestos de responsabilidad gracias a esa segunda oportunidad. Y no hay mayor satisfacción que ver que las personas mejoran su calidad de vida a través de una mejor formación. En definitiva, es la pedagogía de la esperanza de Paulo Freire», concluye.