Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio, debió pensar Javier Calleja aquella noche que desvelado y pellizcándose, rumiaba qué hacer y cómo hacerlo, puesto que la Virgen le había venido a ver y aunque hombre de milagros igual no es, aquello se le antojaba mejor ese tren que dicen que solo pasa una vez en la vida y te subes o te quedarás para vestir santos. De manera que, ante la oferta, preguntó a quiÉn había que matar, pero ya había fallecido, metafóricamente hablando, que no faltaría más.

Cuando por fin se durmió, duró poco, porque el hombre quería despertar para disfrutar del amanecer apretando los puños, camino de la Ciutat Esportiva para ser presentado a la prensa y afrontar el primer entrenamiento del primer equipo. Un salto vertiginoso, un sueño cumplido, de golpe, de Segunda B a Primera División en un equipo que, además, no se conforma con conservar la categoría, aunque lo diga. Tal vez pensará, tal vez no, que tendrá ocasión de tratar de tú a tú a colegas de la dimensión de Simeone o Zidane en España, además de otros fuera de ella.

Vértigo, sí, pero también ilusión, confianza en las propias fuerzas y alguna ajena, que algo debe tener el agua cuando la bendicen. ¡Ufff!.

Porque las cosas dejarán de ser como eran. Un vestuario con chiquillos que empiezan y que apenas sí han iniciado su formación como personas y como futuros profesionales, necesitan una determinada metodología que apenas sí tiene nada que ver con el cuajo de futbolistas que las han visto de todos los colores, que puede que algunos tengan su misma edad o parecida, con resabios o sin ellos, hijos de padres y madres distintos y también con idioma propio y distinto al suyo.

Y también, que casi se me olvida, con la mochila a reventar de egos enormes, justificados o no, contra quien coño había empatado él hasta ahora.

De qué manera comienza esta aventura, que una cosa es aterrizar medio aturdido y otra mezclar el carácter con la autoridad, lo que sé con la manera de expresarlo. La experiencia, todavía escasa, viene del paso intermedio con los profesionales del Villarreal B. Pero esto de ahora son palabras mayores.

El debut, lo que faltaba, es ante un partido internacional correspondiente a la primera fase de la Liga Europa y lo que se espera de él tropieza con una bisoñez inevitable a la que afrontar con hechos, cómo se fuma esto. El partido termina con empate sin goles, dícese ni carne ni pescado, pero al menos no se ha perdido, lo que no está bien, pero tampoco mal.

El debut en casa ha tenido la ventaja de disponer ya de unos días para conocer el percal y se afronta con los nervios inherentes a la responsabilidad al que de ahora en adelante será «su» público. Los primeros veinte minutos de partido pasan sin pena ni gloria, hay que asimilar el nuevo dibujo en rombo, con el obsoleto 4-4-2 arrumbado, y al toro que es una mona. Transcurrido el primer tercio de la primera parte los cambios táctico/estratégicos comienzan a dar sus frutos, el público apoya y Bakambu marca el primero de sus tres goles. Fornals, que ha agradecido el nuevo puesto en el equipo se agiganta, Rodrigo también se crece y la cosa funciona. Hay espectáculo, además de eficacia, y el congoleño ha marcado tres goles mientras los de retaguardia han mantenido a cero la casilla propia. Respira hondo. Termina el encuentro con victoria y buen juego y además el parón liguero ayudará a limar aristas, corregir errores y profundizar en el proyecto.

La solución estaba en casa, los responsables principales se reunieron democráticamente con ellos mismos y es público, con la aceptación de la parroquia. Javier Calleja tampoco duerme bien la noche del día del debut, pero es lo que toca.