Quien contempla por primera vez el Misterio de Navidad de la parroquia de San José Obrero se sorprende, sobre todo, del gran despliegue de medios técnicos y humanos puestos al servicio de una representación todavía poco conocida para la mayoría de castellonenses, a pesar de los 21 años que lleva levantando el telón ininterrumpidamente.

Comenzó como una más de las muchas representaciones parroquiales del belén, allá por los años 90. Pero en esta parroquia, regentada desde hace más de un cuarto de siglo por los padres mercedarios, la ilusión por aquella iniciativa prendió como una tea y ha ido tomando cuerpo progresivamente, hasta convertirse en un auténtico espectáculo teatral y consolidarse como una cita ineludible para su feligresía y para muchos otros castellonenses que se apresuran cada año a retirar alguna de las más de 1000 entradas para sus tres funciones, consiguiendo que se agoten en pocas horas, y por las que pagan la voluntad.

El templo parroquial de San José Obrero se convierte en el espacio escénico en el que se representa, con una clara finalidad catequética, la encarnación de Dios en Jesús de Nazaret y su nacimiento en Belén de Judá, lo cual la convierte en un auto sacramental. Más de 100 actores, entre niños, jóvenes, adultos y gente mayor, encarnan a numerosos personajes protagonistas, como los profetas, los ángeles, José y María o el rey Herodes. Pero no menos numerosos son los actores secundarios -si es que en esta movida hay alguien secundario- pastores, soldados o el pueblo judío.

Tras ellos, una trentena de personas, aproximadamente, se ocupan de la dirección, maquillaje, vestuario, escenografía, iluminación, sonorización, atención al público y hasta de la merienda y la cena con la que todos se felicitan la Navidad tras la última función. El decorado, concebido en tres ambientes diferenciados por el artesano fallero, Santiago Soro, acoge las diferentes escenas del relato evangélico, a las que llegan los personajes desde la puerta del mismo templo. Tras el decorado, de dimensiones realmente significativas, un cuerpo de unos 40 cantantes y músicos, miembros de los coros juvenil e infantil de la parroquia, ambientan la dramatización, interpretando villancicos y canciones, compuestas algunas de ellas ex profeso para este auto sacramental, como las nanas de la Virgen y de San José, que cada año son especialmente esperadas por el público fiel a la representación.

El belén viviente de San José Obrero condensa en sus textos y estampas el tipismo más universal de la Navidad cristiana, con los elementos propios del teatro popular. Tras el trabajo coral que anualmente lo hace realidad, brilla una comunidad parroquial de las más vivas y efervescentes de la diócesis, una comunidad repleta de jóvenes y adultos activos en la que florece el compromiso social, una especie de primer mundo parroquial que sorprende e interroga, en medio de tanta parroquia que languidece por falta de interés y de participación.

Con ello, la gente de San José Obrero aúna cada año, en su belén viviente, el cariño y la ilusión de toda una feligresía, diversa en sus formas de pensar y de vivir el cristianismo, que confirma así su fe en Jesús de Nazaret.