El próximo 2 de junio, Manuel Bruscas y Alejandra Zúñiga llegan a Castelló para exponer su libro sobre el despilfarro de comida. «Los tomates de verdad son feos» es el título que recibe la obra, en la que se intenta concienciar sobre el impacto que conlleva desperdiciar la comida. La dictadura de la estética, la pobreza o el cambio climático son algunos de los temas que se tratan para poder poner fin a un problema que afecta a miles de personas. Bruscas afirma que gracias al libro ya se están comenzando a ver los primeros brotes del cambio, pero que la educación a los más pequeños es el elemento primordial.

¿En qué consiste su libro?

Es una reflexión sobre el mundo en el que vivimos. Una de cada diez personas no pueden comer lo que quieren y, sin embargo, un tercio de la comida se desperdicia. Con este libro se intenta remover la conciencia y enseñar caminos para revelarse ante esta situación. Lo que intento transmitir es ilusión y esperanza, ya que si nos proponemos cambiar las cosas, las podemos cambiar.

¿De dónde surge la idea?

Llevaba unos cuantos años escribiendo artículos y me apetecía hacer algo distinto. Un día en casa estaba ordenando la cocina con mi mujer y me dí cuenta de que teníamos arroz y pasta caducada y las tiramos. Eso me indignó mucho y busqué en internet sobre el despilfarro de comida, lo que me llevó a darme cuenta de que esa pequeña anécdota era algo muy común. El resultado fue hacer un libro a medias con Alejandra, en el que hay textos e ilustraciones.

«Los tomates de verdad son feos», ¿a qué se debe este título?

Durante el libro llegamos a la conclusión de que tiramos comida por la estética. Consiste en una metáfora de la vida, en la que lo que se valora es que todo sea perfecto. En las tiendas, los tomates suelen ser todos iguales y eso me llamó la atención. Existe una dictadura de la estética y el nombre recoge eso en concreto, aunque en el libro se desarrollan más cosas en particular.

¿Por qué existe el despilfarro de comida?

No nos damos cuenta de ello. Tenemos abundancia y acceder a la comida, en nuestro mundo, no es complicado. Eso provoca que la tiremos porque no la valoramos y la despilfarremos. Además, no somos conscientes del impacto que tiene en el medioambiente.

¿Qué relación tiene con la pobreza y el cambio climático?

Tirar comida tiene efectos negativos en el medioambiente, son cuestiones que van de la mano. Elaborar comida supone una inversión económica, y esa elaboración provoca que se emplee la naturaleza para obtenerla. Cuantos más productos, más debe utilizarse el espacio natural. Además, algunos procesos de elaboración emiten gases contaminantes y provocan el efecto invernadero. Por otro lado, no todo el mundo puede comprar esa comida que se hace. Todo tiene una lógica que se explica en el libro.

¿Qué solución se le podría dar al desperdicio de comida?

Hay que ir haciendo pequeños gestos en el día a día. Por ejemplo, si nos sobra comida hay que guardarla, si vamos a un restaurante pedir menos comida, en el super comprar productos que sean feos? El mensaje final es positivo porque todo esto lo podemos hacer. Además, «lo que no se comunica, no existe», por lo que hay que concienciar a la gente. La educación es un aspecto primordial para solucionar el problema.

¿Cree que con el libro puede mejorar la situación?

Lo que estamos viendo, desde el realismo, es que estamos provocando cambios. Es un cambio paulatino, parecido al del efecto mariposa. El problema tardará en resolverse, pero el libro, desde su modestia, contribuye porque es para todos los públicos. El ejercicio que más se está repitiendo en la sociedad es acabarse lo que se pone en el plato o ponerse menos cantidad de comida. Hay que respetar los alimentos y darles valor.