«O creemos que nuestra función sirve para modificar al delincuente o no lo creemos. En el caso de no tener esta fe, todas las mazmorras y el repertorio entero de castigos será poco». La cita pertenece a Victoria Kent, maestra, abogada y primera mujer Directora General de Prisiones durante la II República.

La fe y la vocación de esta mujer que revolucionó la visión del sistema penitenciario español, bajo el prisma de la reinserción, socialización y humanización, guía la labor docente del claustro de la Escuela de Adultos Victoria Kent del Centro Penitenciario Castelló I. Una particularidad, respecto a las escuelas del resto de cárceles españolas, de estas aulas intramuros es su carácter mixto.

«Es una escuela para la vida», señala Francisco Bou, director del claustro desde hace seis años. «El nivel de aceptación es muy alto. Es un espacio donde ellos se sienten libres, porque el trato es muy humano, de profesor a alumno; no de interno a funcionario», añade Bou.

La Escuela Victoria Kent abrió sus puertas en paralelo a la puesta en marcha de la prisión Castelló. Inicialmente,había un cuerpo de profesores de Instituciones Penitenciarias. El proyecto educativo tomó nuevo impulso con el traspaso de estas competencias a las Comunidades Autónomas y, sobre todo, a raíz de la entrada en vigor de la Logse, a principios de los noventa. «Cuando la Logse amplía la escolarización hasta los 16 años, la escuela se dota de tres profesores más de Secundaria hasta conformar un claustro de 13 profesores», explica Bou.

Bou afirma que la oferta que ofrece esta escuela de adultos es similar a la cualquier centro de adultos de la calle, es decir, desde la alfabetización hasta la formación para obtener el Graduado de Secundaria pasando por el Bachillerato o las pruebas de acceso a la Universidad, si algún alumno lo demanda. «Esta oferta académica se completa con el Certificado de Valenciano o para la Escuela Oficial de Idiomas», subraya el director.

El director pone el énfasis en uno de los problemas que tienen que abordar diariamente los presos, o sea, el ocio. «Por tanto, otro objetivo de la Escuela es educar en el empleo saludable del ocio», precisa. «Y para ello ofrecemos un amplio abanico de talleres, dentro del programa formativo, para emplear el ocio de manera positiva que abarcan música, teatro, ajedrez, meditación para el control de los impulsos, reciclaje y medio ambiente y escritura y composición», enumera. En este último taller, los reclusos relatan sus vidas y experiencia, escritos que posteriormente son recopilados en un libro.

Bou califica de «joya» la Escuela Victoria Kent. «Es una excepción dentro del sistema penitenciario. El centro ocupa nueve aulas y, además, es mixto. Esto es muy positivo, porque muchos presos cumplen penas por delitos relacionados con la violencia machista, y reeducamos a estas personas en este apartado sin exclusión y de manera mixta», argumenta.

El director resalta la actitud positiva de los presos que han interiorizado la escuela como un espacio singular dentro de la cárcel y que protegen ante cualquiera que pretenda distorsionarlo. «Hemos conseguido un ambiente tan saludable que nadie se atreve a distorsionarlo. Se sienten tan a gusto y valorados y, además, observan la devoción de los maestros, que no se atreven a molestar. La lealtad de los presos a este espacio donde se les trata con humanidad es total», remarca.

Bou indica que el nivel éxito depende las promociones. «Este año hemos conseguido dar siete Graduados de Secundaria, pero no es lo normal ni la prioridad. Y, ademas, hay un problema añadido, la alta rotación de los presos. Pero cuando se lograr estabilizar grupos mejoran mucho en lenguas, en graduados incluso en acceso a la universidad. El objetivo final es cambiar actitudes, socializar, elevar la autoestima y fomentar la convivencia entre hombres y mujeres», destaca Bou.

Por la escuela pasan cada curso unos 200 reclusos, aproximadamente uno de cada tres de los internos de la prisión, y las edades oscilan entre los 23 y 80 años.

Los profesores que forman el cuerpo más antiguo del claustro han elegido esta opción docente de manera voluntaria. «Somos un grupo muy compacto, con buenas relaciones personales, en el que solo fluctúan tres o cuatro interinos», puntualiza.

Bou concluye que la escuela cumple su misión de reinserción social, pero advierte: «Nosotros damos lo mejor, pero no somos incautos. Estas personas, cuando salen libres, no se encuentran precisamente con un contexto favorable a su reinserción».