Al Castellón a veces hay que quererlo como me quieren mis padres a mí, como quien quiere a un hijo tonto, como a ese primo que casi nunca ves y te lo encuentras de golpe bastante despistado, autodenominándose centurión y cantando 'no al fútbol moderno' con su camiseta rosa recién comprada.

Desde el primer momento, el relato de la temporada y del futuro se está construyendo desde una falsa encrucijada. Se plantea una disyuntiva errónea. Se presenta a los que pensamos que no era necesario romper la marca distintiva del club, destrozar el relato del arraigo y arrasar con el vestuario del ascenso como enemigos del progreso o algo así, como si lo nuestro fuera ligado a la agricultura ecológica, a no vacunar a nuestros hijos y a vivir en el Desert en una tienda de campaña. Se vincula esa idea a la falta de ambición, a la renuncia a crecer como equipo y como club, cuando es todo lo contrario. No hay gran corporación en este siglo, de Apple a Coca-Cola, y no hay club gigante de fútbol que no cuide con mimo la originalidad de su relato, porque justo eso es lo que le asegura un porvenir y le diferencia de la competencia.

A la larga, la verdadera mediocridad es la apuesta opuesta por ser uno más, por convertir Castalia en una plaza para el mercadeo hueco, máxime cuando sobre el campo eso tampoco garantiza nada. Al contrario, que ya pasamos casi una década fichando a los mejores del Don Balón en Segunda B, y la historia del club enseña que las épocas de éxito del Castellón se han construido siempre sobre una base duradera, generalmente de casa, con fichajes y paciencia para mejorar y crecer cada temporada.

No hay tampoco banquillo más convulso en el fútbol que el de Castalia. Lo recuerdo cada año y lo repito otra vez, ahora. Desde que Luiche consiguió la permanencia en Primera en 1990, solo tres entrenadores [ Oltra, Moré y Fernández Cuesta] han completado en el Castellón una temporada. En la actual, Escobar ha sido una víctima demasiado fácil. Comprendo su decisión del verano, cuando acató el despido de futbolistas líderes y aliados, porque la tentación era enorme y porque antes que nada fue hincha, y los hinchas tenemos sueños, pero eso a la vez le debilitó de cara a su nueva plantilla, marcado de entrada. Es inevitable pensar hoy si tragar con aquello le ha merecido la pena, porque la factura ha sido cara.