Se ha empeñado el Villarreal en cabalgar una montaña rusa esta temporada. Cuando la calma volvía a las aguas del equipo amarillo, ayer el Valladolid necesitó de muy poco para desmontar las buenas sensaciones que acompañaron al equipo en San Mamés. Un tanto de Leo Suárez, a los ocho minutos de la reanudación, descompensó el delicado equilibrio de los castellonenses. La cordura y la tranquilidad se transformaron en prisas, excesos y exigencia de la grada que hicieron naufragar a los de Javi Calleja. El océano de impotencia se colmó con un penalti detenido por Masip, que disparó Gerard Moreno, en el minuto 82. Otra vez las dudas acechan a un submarino que encalla en la zona media de la tabla y que deberá despertar con un triunfo en Moscú ante el Spartak, si no quiere complicarse la vida en Europa.

Y eso que amenazaba la tarde con el sopor más insoportable. El arranque del duelo hacía buena la opción de tragarse el telefilme alemán que echaran en Televisión Española. Los primeros minutos encontraron a ambos conjuntos precavidos, deseosos de mantener su buena racha sin exponerse demasiado al castigo rival. El Villarreal de Calleja, con toda la artillería sobre el verde, se estrellaba hace la solidez defensiva del equipo de Sergio González. Bacca y Gerard Moreno, de nuevo pareja de hecho en el ataque, no recibían el oxígeno necesario para atenazar la puerta de Masip.

Pero algo se despertó a partir del minuto 25. Gerard Moreno, con un regate que le quebró la cintura a Nacho, encontró posición de disparo en la parte derecha del área visitante. Su disparo lo repelió Masip, pero el Villarreal se limpió las legaños de los ojos.

Fue el mismo Gerard, en el minuto 37, quien vio como la madera repelió su lanzamiento desde el área pequeña, tras un pase de lujo de Trigueros. Bacca gozó siete minutos después de un cabezazo, también en el corazón del área pequeña, que repelió Masip. Y al filo del descanso, el guardameta del Valladolid le hurtó otra vez el gol a Gerard, que culminaba una jugada de combinación del Villarreal. Bacca no pudo embocar el rechace.

Más obligados a defenderse que a mirar a la portería de Asenjo, los pucelanos aún encontraron fuerzas para generar peligro en el lado contrario. Una contra guiada por Moyano culminó con un duro disparo de Cop, en el minuto 28, que obligó a Asenjo a intervenir. Dos más tarde, de nuevo Cop vio cómo se le resistía el gol. No supo cómo rematar un pase cruzado de Leo Suárez desde la derecha, y la ocasión se marchó al limbo.

Movida segunda mitad

Con las manos juntos, apuntando al cielo del Estadio de la Cerámico, pidió disculpas Leo Suárez. El argentino, perla de la cantera de Miralcamp, cruzaba su disparo a centro de Moyano, para adelantar a los vallisoletanos.

Quizá dolido por la pobreza de recurso con la que el Valladolid le había desnudado, el Villarreal se enrabietó en busca del empate. Empujaron los amarillos, con el añadido de Ekambi, e encastillaron a los de Sergio en su portería. Pero Gerard, con dos cabezazos a bocajarro, no encontraba la calma para los locales.

Arreció aún más la tormenta cuando el VAR le entregó un penalti al Villarreal. Unas manos de Kiko Olivas permitieron a Gerard ejecutar la pena máxima. Es curiosa la liturgia del vídeo-arbitraje. El público en el borde del asiento, la espera tensa de los jugadores y los diálogos entre los entrenadores convierten la espera en un divertido guiñol que, en esta ocasión, terminó subsanando el error de Iglesias Villanueva. Permitía la ocasión pensar que los amarillos habían encontrado la recompensa a su empuje, pero Masip añadió más impotencia al evitar el tanto con los pies.

La recta final se gastó con el ya recurrente recurso de la épica que no modificó las malas sensaciones. No encontró el Villarreal la oportunidad de revertir el sabor agrio de un duelo que se complicó sin saber demasiado bien cómo. Se resiste el primer triunfo como local de los azulejeros, pero sobre todo vuelven las dudas que parecían haber desaparecido. El submarino se empeña en vivir en la montaña rusa.