De nuevo, con enero vuelve Sant Antoni Abad, el del porquet y les matxaes, el patrón de los animales de pata redonda y de carga, incluso, el protector de las mascotas domésticas, y, modernamente, según se ve en las bendiciones, el de algunas especies exóticas. También es el santo que los valencianos en general y los de las comarcas del norte en especial (Sant Antoni, sant valencià. Àlvar Monferrer), han adoptaron como su gran fiesta del invierno, con los mayos y sus fogatas, y las conjuras contra las tentaciones de la carne. Al final, volverá a vencer el Bien que, gracias a la fortaleza del eremita, saldrá victorioso de los envites de los demonios. De todas, excepto de las rebajas de enero.

En la capital Plana (Castelló es, después de Barcelona, la principal ciudad donde residen más naturales del Alcalatén, Els Ports y el Maestrat), la santantonada también goza de predicamento, sobre todo en los grupos periféricos, donde se revive esta tradición como en los pueblos del interior, y en el Grau, donde Botafocs saca a pasear a los dimonis, al bestiari de fuego y al Haca Traca. Sin embargo, la devoción de los valencianos por este santo y abad no ha representado un problema a la hora de que sus devotos, crédulos o descreídos, se hayan tomado ciertas familiaridades, que no permiten con el resto de advocaciones. Así, todos dibujan una sonrisa cada vez que escuchan los gojos que se le dedican en la Ribera del Xúquer. Un ejemplo: «Sant Antoni de Gavarda/ no vull demanar-te més/ perquè si tot mos ho dónes/ tu et quedaràs sense res. /Vull salut i terres, de treball ni un pèl,/i p´a tu sencera/ la Glòria i el Cel». Amén.