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Desde la Universitat

Historia de la inmersión lingüística

El conflicto catalán aviva el debate sobre dicha medida

Imagen de la Festa per la Llengua en la Plana Baixa. LEVANTE-EMV

La inmersión lingüística es un proyecto educativo que consiste en la exposición intensiva del alumnado a una segunda lengua. Su objetivo es instaurar el bilingüismo en los estudiantes más jóvenes. Esta medida entró en vigor en Cataluña con el Real Decreto 2092/1978, haciendo obligatorio el catalán como asignatura. Hoy, más de un 75 % de las horas lectivas de un estudiante son impartidas en dicha lengua. Debido, en gran medida, al conflicto en Cataluña entre los partidarios y los contrarios a la independencia, la lengua se ha convertido en una bandera con claras connotaciones ideológicas, lo cual ha reabierto, con más intensidad que nunca, el debate sobre la abolición de la inmersión lingüística.

En un contexto marcado por los muchos flujos migratorios y las distribuciones territoriales, la realidad es que las sociedades necesitan, cada vez más, ser competentes en más de un idioma para un correcto desarrollo de sus vidas tanto personales como laborales. La pregunta, entonces, es si este bilingüismo educativo está dando los resultados esperados o está resultando contraproducente.

Inicialmente, entre los siglos XVIII y XIX, las lenguas oficiales se imponían en cada región, apartando por completo el resto de lenguas vernáculas de cada país. Esta práctica, estaba considerada una sumersión lingüística. A finales del siglo XIX, por miedo a la desaparición de los dialectos locales, entró en escena el bilingüismo aditivo en toda Europa, una medida que pretendía incorporar nuevas lenguas a la educación sin apartar las familiares. No obstante, los estudios presentados sobre los resultados de estas medidas, tanto en Luxemburgo (1928) como en París (1951), no resultaron nada favorables.

Posteriormente, ya en el siglo XX, se generalizó un cambio de opinión en los expertos sobre el bilingüismo. Varios estudios empíricos, como los de Balkan (1970) y Lambert (1962), demostraron que este no solo no afectaba negativamente al desarrollo intelectual de los estudiantes, sino que combinar varias lenguas desde la niñez podría tener resultados muy positivos en la carrera académica de los alumnos, mejorando sus capacidades cognitivas.

Franco y las lenguas

En España, no obstante, la situación era bien distinta. Durante la dictadura franquista del pasado siglo, la persecución de lenguas regionales, como el catalán, había sido tan atroz que, ya en época de transición democrática (1978), la vía más eficaz para salvar estas lenguas de la desaparición era declararlas lenguas vehiculares; asegurando su presencia en la vida personal y académica de los ciudadanos.

Ahora bien, la declaración de una lengua local como vehicular no implica el desuso de la nacional. Sin embargo, acentuado por los desafíos independentistas, en la actualidad el TSCJ (Tribunal Superior de Justicia de Cataluña) todavía no ha sido capaz de asegurar un mínimo del 25 % de horas cursadas en castellano. Hecho que, inevitablemente, abre el debate sobre la conveniencia de mantener este sistema.

Respecto a este conflicto, la posición del alumnado es bien variada. Para la mayoría de estudiantes sus preferencias lingüísticas dependen de la lengua familiar: «Yo he hablado castellano con mis padres toda la vida y en valenciano me cuesta escribir, tengo muchas más faltas de ortografía que el resto de clase porque no estoy acostumbrado a la lengua y me parece injusto». Declara Juan Gutiérrez, alumno del Colegio Malvarrosa, Valencia.

Por su parte, el Departamento de Enseñanza sigue intentando lograr un reparto de horas lectivas equitativo para cada lengua. No obstante, fuentes internas aseguran que, de momento, no cambia nada.

Por otra parte, en la política se encuentra quizás el epicentro del debate lingüístico. Para los partidos mayoritarios el idioma universal se ha convertido en un arma arrojadiza utilizada, con frecuencia, para atacar a los partidos de ideología contraria y conseguir votos. Hace unos meses, por ejemplo, la diputada de Ciudadanos, Sonia Sierra, declaró públicamente lo siguiente: «El español sigue tratándose como las lenguas extranjeras». Desde el partido naranja tildan la inmersión de “marketing nacionalista”.

En peligro de extinción

Los partidos de izquierdas, defienden, generalmente, el modelo educativo actual asegurando que no se puede tratar con igualdad una desigualdad. Es decir, se justifica la superioridad de horas invertidas en lenguas locales ya que, a diferencia del castellano, estas sí están en peligro de extinción. A esta línea argumental se suman organizaciones como la USTEC (Unió de Sindicats de Treballadors/es de l'Ensenyament de Catalunya). Su portavoz, Ramón Font, declaró públicamente lo siguiente hace unos meses: «Cuando una cosa funciona, no parece lo más adecuado tocarla. La inmersión lingüística no se puede tocar».

Con respecto a la población, finalmente, no se conoce mucho acerca de su índice de satisfacción con la inmersión. Según un informe de El Español, el 50 % de la población nacional prefiere una enseñanza mixta (mitad en catalán y mitad en castellano) en Cataluña. Y solo un 1 % la prefiere exclusivamente en castellano. Sin embargo, solo el 14 % estaría totalmente de acuerdo con mantener el catalán como lengua vehicular por encima del castellano.

En conclusión, el debate sigue abierto y cada vez más candente. La división de la sociedad es tal que resulta difícil extraer opiniones generalizadas. Pero de concluir con una sería con la diversidad. Hasta ahora, parece que la gente acepta la inmersión lingüística siempre y cuando esta no excluya su lengua materna. Ya sea catalán, gallego, euskera o castellano. Con las elecciones nacionales y municipales recién celebradas todo queda a expensas de quienes serán los próximos partidos en el poder, tanto a nivel local como nacional, y cuáles serán sus acciones respecto a la inmersión lingüística. Las próximas legislaturas serán clave en el desarrollo y las posibles regulaciones de esta polémica medida.

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