Se llama Alma y la encontramos sonriendo junto a la puerta de su furgoneta, aparcada junto a un parque de Castelló. Su presencia llama la atención, algo así como una imagen entre hippie psicodélica en una calle cualquiera de la capital. Un vehículo llamativamente pintado, con plantas en su interior y algunos carteles en las ventanillas que invitan a los curiosos a echar un vistazo. No somos menos. Nos acercamos, preguntamos y escuchamos su historia. ¿Qué ha provocado que una mujer de 51 años se vea obligada a vivir en una furgoneta?

"De todo un poco", responde Alma. "Mi apellido es Bollo", añade. "¿Como Raquel, la ex de Chiquetete?", le inquirimos. Así nos descubre que no, no es su apellido real, sino una especie de seudónimo adquirido por su condición sexual. "Soy lesbiana. De ahí lo de Bollo, de bollera", nos cuenta sin tapujos. Una negativa experiencia a nivel personal, la pérdida de la custodia de un hijo, la llevó al límite, a un "intento de suicidio".

La pandemia de coronavirus también influyó en un drástico cambio de vida de esta mujer que antes del estallido de la crisis sanitaria se dedicaba a organizar eventos, sobre todo en Madrid. Y entonces descubrió "las orgonitas", una especie de piedras de resina con el interior de cuarzo que fueron creadas en los años 30 del siglo pasado por un discípulo de Sigmund Freud, Wilhem Reich, con el supuesto poder de mejorar la vitalidad del ser humano. A estas orgonitas se aferró Alma para superar el bache, y a su venta, de manera ambulante, fía ahora sus ingresos económicos.

Negacionista convencida

Alma cree en las orgonitas, pero no en el coronavirusNegacionista en toda regla. "Todo es una invención para controlarnos. Nos han quitado todo lo que nos provoca alegría. A gente como yo nos han prohibido", dice Alma mientras prepara un café en su furgoneta, por supuesto sin mascarilla de por medio, lo que nos obliga a mantenernos a una distancia más que prudencial mientras hablamos con ella. "Nunca he tenido problemas con los agentes del orden por no llevar la mascarilla puesta", confiesa.

¿Y qué trae a Alma por Castellón? "La vida", dice esta mujer que ya se ha acostumbrado a viajar sin rumbo fijo con su furgoneta-casa, sin planes a medio o largo plazo. "Hay que vivir el momento", recalca. "Una cita a ciegas", profundiza sobre el motivo de viajar desde Santa Pola, la localidad alicantina donde ha vivido durante el último año, cuando insistimos del por qué de su presencia en Castelló. "Conocí a una mujer a través de una aplicación de contactos... Y aquí estoy".

Mientras esperamos con ella nos enseña su hogar, un pequeño rectángulo sin ningún orden aparente. Un colchón hace las veces de cama en la parte posterior de la furgoneta, diésel, pero que colabora al mantenimiento del medio ambiente con los paneles solares que ha instalado en el techo del vehículo. "Televisor no tengo, pero me mantengo al día a través del móvil y las redes sociales", nos explica mientras nos pasa su dirección de Facebook, para que profundicemos un poco más en su historia.

Una pequeña cocina de gas butano, algún armario con platos, vasos y tazas, ropa desperdigada por la furgoneta y algunas macetas acaban de dar vida a este cubículo en el que Alma trata de rehacer su camino. La dejamos pensando dónde aparcará para pasar la noche. "Quizá en el Grau", piensa. "Suerte".