Opinión

Yo te comprendo, lleno de dudas

Estos son días de alto el fuego de una batalla que no se sabe quién declaró. Estos días los veo así, llenos de dudas, temores y contradicciones.

Pedro Sánchez

Pedro Sánchez / Manu Fernández/AP

Las mañanas que al salir de casa levanto la vista del suelo encuentro la mole. Negra, un cadáver sin mortaja, un buque naufragado en medio de la ciudad, un mensaje de aviso por si olvidamos que todo es precario, que todo nos parece controlado, ordenado, en su sitio y un día, de repente, la vida arde. Lo singular de este mundo de hoy, tan pretendidamente seguro, es la frecuencia de las conmociones. Como si el espectáculo diario de malabarismo que es vivir necesitara golpes de efecto cada vez mayores.

Yo te comprendo, presidente. También hay días que pienso ‘hasta aquí’, ‘me planto’, ‘me bajo en la próxima’. Porque estos días, en los que parece que algo está acabando y algo no termina de empezar, vienen como yo. Estos días vienen faltos de vista y con una fascitis que de vez en cuando me enseña a cojear sin dignidad, con las visitas periódicas al oncólogo y los encogimientos del alma en la sala de espera. Siempre en prórroga. Siempre en una tregua. Entre dos nadas, decía Brines. Entre dos silencios, decía Beckett. Estos son días de alto el fuego de una batalla que no se sabe quién declaró. Estos días los veo así, llenos de dudas, temores y contradicciones. Y eso yo, que no tengo problemas laborales. Los días vienen así. Y sigo, y escribo, y los artículos salen como los días y como yo, columnas de barba blanca y bizqueantes.

Y sigo, porque casi todos los días aparecen ejemplos de humanidad que alumbran el camino. Las últimas mañanas se acerca al parque un hombre al que veía a menudo con su perra. Antes iba erguido y con paso presto. Ahora arrastra los pies y parece que no encuentra destino. Se acerca a mis perros. Los toca. Les habla. «Ya no me ladráis porque no está ella, pero sigue siendo la reina, está en el cielo, pero es la jefa». Sonríe y sigue. Y sigo. Tan desamparado, pero un poco menos. Y sé que también, como él, me levantaré tras el próximo golpe. De eso se trata.

Yo te comprendo, presidente, como comprendo al hombre del parque. El mundo no se ha puesto fácil. Hoy ya ni siquiera llueve si no lo dice una pantalla. Entro a la redacción, le digo a un compañero que llueve y su reacción no es levantarse y mirar por la ventana, que no está tan lejos, sino coger el móvil. Según esto, no, dice. La verdad en el mundo de hoy no está en las calles, está en los cacharros. Es más inestable y delicada. Por eso algunos han creído que pueden malearla.

Antes todo parecía más robusto. Uno encontraba casillas ideológicas consistentes. Ahora, no es que todo sea más frágil, que así somos por naturaleza, sino que parece más frágil, tenemos esa certidumbre más próxima.

Todos los días aparecen poblados de contradicciones y uno no encuentra una bahía tranquila donde lanzar el ancla. Cada día encuentras algún cepo. Hay ejemplos cercanos. El turismo que nos ha cambiado y nos ha dado riqueza ahora es causa de destrucción de las ciudades. Yo no quiero estas urbes anegadas de efímeros mirones anónimos que no piensan en la calle que pisan, pero no quiero decir a nadie que deje de viajar, porque será también decirme que debo dejar de viajar. No quiero renunciar a que viajar sea un placer de todos. Yo no quiero un planeta podrido por los gases de los aviones, pero no quiero que las mayorías dejen de volar. Yo creo en la necesidad de la política medioambiental, pero ahora los productores agrarios europeos se ven sometidos por unas exigencias que otros no tienen, la competencia es desleal y entonces proponemos compensar a los de aquí con ayudas, para las que se serán necesarias más impuestos. Y todo se me hace demasiado alambicado, demasiado fácil para el pensamiento populista. Yo creo en la necesidad de una agenda contra el cambio climático, pero también quiero el desarrollo de los países pobres, sometidos al yugo de potencias explotadoras. Yo quiero que todas las piezas de ese puzle encajen, pero la mayoría de los días no encuentro mi sitio y he de seguir navegando. He de seguir escribiendo.

Pedro Sánchez

Pedro Sánchez / Levante-EMV

Yo te comprendo, presidente, comparto las dudas, tampoco sé muchos días si levantarme. Yo te comprendo y puedo intentar imaginar el destrozo de la vida familiar tras tantos años en el punto de mira vayan las cosas mejor o peor.

Yo te comprendo, pero anunciar una renuncia posible parece también una estrategia para protegerse, para convocar adhesiones. Yo te comprendo, te has convertido en un muñeco que algunos golpean al amanecer y al anochecer, unos con palabras y otros como una piñata en la calle. Yo te comprendo, se levantan escándalos de corrupción sobre apariencias, pero una democracia no es nada sin filtros y controles, y cuesta entender por qué una mujer de un gobernante firma cartas de recomendación a un empresario que acude a contratos del Gobierno.

Yo te comprendo, pero no sé cómo vamos a salir mejores de estos cuatro días de parada, porque si no te vas, todo va a parecer la última operación para perpetuarte y cambiar las reglas. Y si te vas, va a calar el mensaje de que esta democracia puede ser adulterada y el todo vale va a estar legitimado y la polarización se nos va a acabar yendo de las manos, si no se nos ha ido ya.

Yo te comprendo, entiendo tus dudas, que quizá atisbes un futuro más tranquilo en Bruselas, sin tener que pactar cada día con quién desayunas al día siguiente. Te comprendo, presidente, también tengo mis zozobras, mis sueños, a otro nivel, claro, y sigo, como tantos. De eso se trata, de seguir, y encontrar sentido en un momento difícil, para equilibristas. Sigo leyendo y escribiendo, desamparado, pasado de peso, con mis chaquetas antiguas y esas frases que nunca sé cómo acabar.

Y sigo, vuelvo a casa ya oscuro y suena un autillo en la plaza, con su sonido rítmico, cada tres segundos, exactos. Es la tercera noche. No sabes cuándo, pero en algún momento deja de sonar. No sé si ha callado o ha volado. Como las pesadillas. Nunca sabes por qué, pero en algún momento se van. Eso quiero pensar.