Un decir popular antiquísimo refiere que «sempre plou el día del Cristo de Meliana». Estadísticamente no sé si es cierto, pero sí que personalmente he experimentado varias veces el aserto constituido en el lugar de los hechos, aunque esa lluvia fuera una finísima llovizna apenas la imagen sobre sus andas era sacada a la calle en procesión. Con la sequía que hay, quién sabe este año lo que pasará.

También una antigua y piadosa leyenda atribuía que lloviera el día del Cristo de esta laboriosa y avanzada en tantas cosas población a que su imagen llegó por mar, apareció varada en la playa del pueblo y mojada la llevaran a su Iglesia pequeña, pero hermosa, construida sobre un solar que les regalara Jaime II en 1309, siendo reemplazado.

Los días 13 y 14 de septiembre, Meliana festeja al Cristo de la Providencia, más conocido por el topónimo, Cristo de Meliana. Durante todo el año se alberga en un monumental ermitorio situado en el camino al mar, a la salida del pueblo, construido en 1956, y que sustituyó a una ermita anterior existente cerca de allí, construida en 1736, la cual no estaba dedicada a esta advocación, sino a la del Santísimo Sacramento.

La nueva ermita se levantó cerca del lavadero rodeada de un pequeño bosque. Hoy la flanquean instalaciones deportivas municipales. Es de planta cuadrada y cuatro arcos torales sostienen la cúpula. En su exterior tiene los casalicios del Vía Crucis. El piso, como no podía ser de otra manera, es de mosaicos Nolla, la industria local que llenó Europa y América de los mejores pavimentos hechos a base de policromados baldosines, que fundara en 1862 el industrial Miguel Nolla, por cierto antecesor de la actual alcaldesa de Valencia, Rita Barberá Nolla. Una fábrica de tal importancia, que fue visitada habitualmente por reyes, príncipes y huéspedes de honor de Valencia.

Las fiestas al Cristo datan del siglo XVII, pero es en el XIX, tras la Guerra de la Independencia cuando arraigan más, siendo su momento de esplendor en dicho siglo coincidiendo con la época de éxito económico de la empresa Nolla, que hizo se tuviera más posibilidades para costear festejos, andas y otros útiles del ermitorio a los cofrades.

El Consell o Ayuntamiento de Meliana tuvo durante mucho tiempo el privilegio de ejercitar el derecho e presentación del sacerdote, es decir, proponer al Arzobispo el sacerdote que querían, hasta que se lo quitó el cardenal Sancha. Se les concedió el patronato de la Iglesia, como consecuencia de pagar el Justicia del lugar la mitad de lo que costaba mantener el templo y su clero.

Tiene también el pueblo ermita dedicada a la Patrona, la Virgen de la Misericordia, a quien se le hace fiesta también estos días, construida cerca de la antigua, junto al camino viejo de Barcelona, con un retablo cerámico que recuerda la batalla que en la zona libró Jaime I en 1237, en su campaña sobre Valencia, la cual acabó siendo una taberna.