Paco Giner Alfonso, el Alfarero de Paterna, fallecía el domingo a los 88 años, víctima de los problemas respiratorios que arrastraba desde hacía años. Su sepelio se celebró ayer en la más estricta intimidad, para cumplir con el decreto de estado de alarma por la pandemia del coronavirus.

Hablar de Paco Giner, es hablar de patrimonio cultural de Paterna, y de una saga de alfareros que se ha perdido y que heredó de su padre, Paco Giner Giner, que con apenas diez años, marchó en busca de trabajo a la vecina Manises, en plena expansión industrial allá por los años 20. Lo logró como ayudante de un ceramista. Pasaron los años hasta que se fue a Valencia a trabajar con los mejores.

Pero el objetivo de Paco Giner padre era tener su propia alfarería, con horno moruno. Y la montó en 1944, junto a la cueva en la que vivía y que había excavado su padre en el barrio de Alborgí. Allí elaboraba a pleno rendimiento elementos para la construcción como desagües o claraboyas, así como objetos caseros como morteros o cantaros.

Por aquella época, Paco Giner Alfonso contaba con siete años. Era un enamorado del torno, y era salir de clase y subirse a la banqueta. Con apenas diez años le dijo a su padre que quería dejar el colegio Cervantes donde estudiaba y ser alfarero. Y así lo hizo, según relataba en 2012 Josep Herrero en un repaso de su vida.

A partir de ese instante padre (que había superado una dura enfermedad) e hijo llevaban su alfarería. Les traían la arcilla de Benaguasil y en su taller la trituraban y la convertían en barro. Fueron años de bonanza. Centraron sus esfuerzos en macetas para plantas y viveros. La producción era casi industrial. De hecho lograron instalar un trifásico para aumentar las unidades. Fueron quince años de alto rendimiento, donde ya Paco Giner hijo era la cabeza del negocio. Era tal el volumen de trabajo que tuvieron que contratar a un operario para que les ayudara.

Pero sufrieron un revés del avance tecnológico: el plástico, un material resistente y más rápido de elaborar. Todas las alfarerías se vieron afectadas, y la de Paco Giner no fue una excepción.

A partir de los años ochenta, el alfarero dio un giro a sus creaciones y apostó por la cerámica. A partir de un modelado de barro creó piezas de altísimo nivel como la gran copa de la Cultura Ibérica, expuesta en Llíria. También se especializó en el 'socarrat'. «Fue complicado al principio, ya que las piezas me explotaban en el horno, hasta que conseguí las mezclas justas de diferentes arcillas», contaba Paco Giner hace unos años. El ayuntamiento impulsó unos cursos de alfarería que impartía Giner a decenas de alumnos, con la ilusión de que saliera un sucesor. En los ocho años que duraron no hubo suerte. Antes de jubilares en 2003, a los 66 años, el alfarero aglutinaba varios reconocimientos: Premio de la Cámara de Comercio a la Artesanía (1991), premio del Gremi d´ Artesans de la C. Valenciana (1995) o el de la Cámara de Comercio (1996). Fue condecorado por su actividad artesana, con la Insignia de Oro de la Villa de Paterna y realizó exposiciones en Foios,Paterna, Albal, el Museo de Prehistoria de la Diputación de València, e incluso en Tokio.