Sí, la cosa tiene ya dimensión de epidemia. Epidemia de incivismo. No hay pueblo de la Marina Alta que se salve de la falta de escrúpulos ecológicos de algunos vecinos. Día sí y día también aparecen residuos tirados junto a los contenedores. Parece que la comarca esté en mudanza permanente. Lo de los enseres es un problema de primera. Los ayuntamientos, de norte a sur, insisten en que hay servicios municipales de recogida gratuita puerta a puerta. Pero siguen apareciendo muebles e incluso electrodomésticos ya inservibles arrojados al tuntún.

Un residuo recurrente son los colchones. Ya hace meses que se desató esa pandemia de deshacerse de los jergones. Esta semana, junto a la carretera de les Marines de Dénia, se amontonaban nada menos que ocho colchones. Se ve que el dueño de un chalé o de un apartamento con mucha cama decidió deshacerse de una tacada de todos los muelles colchones. Podía haber llamado al servicio de recogida de enseres a domicilio o haber llevado estos voluminosos residuos al ecoparque. Pero no se tomó esa sana y cívica molestia. Los arrojó sin más. Eran días de lluvia y los colchones absorbieron agua y se convirtieron en pesadísima basura.

No hay pueblo que se libre de los colchones y los enseres tirados aquí y allá. En los «Punts Verds» de Xàbia (zonas con contenedores para todo tipo de basura situadas cerca de las urbanizaciones), suele aparecer también mucho jergón. Hay residentes que hacen limpieza a fondo. Mezclan todo lo que tienen en casa que ya no les sirve y lo tiran como les parece. Estos residuos aparecen esparcidos. Y a menudo coinciden estos vertidos con otros igualmente incívicos, los de los vecinos y jardineros que abocan los restos de las podas. Pueden llevarlos al vertedero autorizado de Ramblars en Xàbia. Pero optan por ensuciar los «Punts Verds». Hay mañanas que están tan repletos de vertidos ilegales que quienes acuden a tirar ordenadamente la basura no pueden ni llegar hasta los contenedores.

Lo de la proliferación de vertidos de podas y escombros también es un problema que recorre de punta a punta la Marina Alta. Los restos verdes se amontonan incluso en zonas de gran valor natural como la Serra d’Oltà de Calp. Las podas agravan el riesgo de incendio forestal. Basta que alguien lance una colilla desde un coche para que esta basura prenda como una pira.

Hay puntos en la comarca que, poco a poco, se van convirtiendo en basureros ilegales. En la Garganta de Gata, junto a la N-332, ya hace meses que se está formando un vertedero de escombros, enseres, garrafas de plástico, neumáticos...

Salta a la vista que, de momento, la Marina Alta no ha dado con la vacuna contra el incivismo. El único antídoto que parece funcionar es el de pillar a los infractores y multarlos.