La foca gris (Halichoerus grypus) que el jueves, como avanzó ya ese día este diario, se coló en el puerto deportivo de Altea, se adentró ayer en el mar sin que los veterinarios de la Fundación Oceanogràfic pudieran quitarle la red de pesca que le aprisiona el cuello y que le ha causado una notable herida. Todos los intentos de capturarla fueron en vano. La foca se reveló tremendamente escurridiza. Ya resultó extraño que entrara en el puerto. Daba síntomas de fatiga.

Los marineros y curiosos se extasiaron al contemplar a un ejemplar que pertenece a una especie que habita en el Atlántico norte. Las focas del Mediterráneo son las monje.

El Oceanogràfic advirtió de que el comportamiento de esta foca gris era el de un animal «enfermo y débil». Se la intentó atrapar por todos los medios posibles. En el operativo participaron técnicos de la conselleria de Medio Ambiente, del parque natural de Serra Gelada, del ministerio de Transición Ecológica, del centro de recuperación de Santa Faz, marineros del puerto Marina Greenwich, policías locales, guardias civiles del Semar, GEAS y Seprona y pescadores de la cofradía de Altea.