La social democracia está en crisis, o eso parecía, los valores propios de este pensamiento, muy ligado a la potenciación del estado y a aspectos sociales, parecían haber dejado paso a entender el estado como algo accesorio, limitado a aspectos identitarios. ¿Quién podía prever que la C.E.E reaccionaría, como lo ha hecho en plena crisis sanitaria? ¿Quien iba a decir que las palabras de Keynes serían premonitorias? «No hacemos nada porque no tenemos el dinero necesario, pero es precisamente porque no hacemos nada por lo que no tenemos dinero».

Ciertamente no nos encontramos ante un keynesianismo puro, ya que las políticas que se deslizan desde la CEE, y desde el Estado y el resto de administraciones, incorporan, junto a medidas de marcado apoyo al gasto, una decidida apuesta por las nuevas tecnologías y las nuevas fuentes de energía, es decir, por un fortalecimiento de nuevas fuentes de conocimiento y riqueza.

A todos nos ha sorprendido como se han implantado políticas económicas que, más que el ahorro, ya vimos cómo nos fue en 2008, van dirigidas al gasto, vía la rebaja de los tipos bancarios de interés. La realidad hace que nos encontremos con una sociedad que ha entrado en estado de pánico. La sociedad española, como la mayoría de las sociedades europeas, está en plena búsqueda de un resguardo, o como dice un amigo «un rellano donde descansar».

Efectivamente si en la vida no vamos dejando «rellanos» a nuestro paso, cuando estemos cansados, enfermos, o mayores no podremos descansar. El único rellano trasversal, es el estado, en todas sus manifestaciones.

Y, a partir de ese momento, son muchos a los que piden espacio para descansar, aunque, en algunos casos y previamente a esta situación, no les ha importado, no solo no contribuir a fortalecer ese rellano, sino que, incluso, no querían ni que existiese, aunque lo pagaran otros.

Ciertos sectores poblacionales y corrientes ideológicas, que han hecho bandera de lo innecesario de la existencia de un “rellano común”. Un rellano al que también le podemos llamar Sanidad Universal pública, renta mínima vital, etc... Las exigencias de seguridad igualitaria transcienden a la equivalencia en las prestaciones, entre lo pagado y lo exigido. Pedimos seguridad médica y científica, exigimos certezas económicas, reclamamos apoyos públicos a empresas privadas. No admitimos dudas y no perdonamos el error.

¿Como tiene que reaccionar el Estado y el resto de administraciones públicas ante esta demanda coyunturalmente desproporcionada de servicios y prestaciones que, sin duda, va a ocasionar un déficit económico? Atendiendo a quién lo necesita, independientemente de su contribución previa, ya que lo contrario debilita. Los que más reclaman hoy, serán los que, mañana, más criticarán, cuando cuantifiquemos el coste y tengamos que pagar el déficit.

¿Como debemos reaccionar los usuarios de esos rellanos y que, ahora, comprobamos que son insuficientes? No olvidando las políticas que nos han llevado hasta aquí.

Ciertamente si queremos una sanidad fuerte, un estado que pueda garantizar nuestro bienestar económico, más allá de que coyunturalmente podamos trabajar o no, por cuenta ajena o propia, y un estado potente en investigación, deberemos hacer caso a Pitágoras, cuando, hablando de la propiedad conmutativa en sumas y multiplicaciones, dijo que «el orden de los factores no altera el producto». Son los propios factores, como estamos comprobando, los que lo han alterado, provocando que no estuviéramos preparados para atender tanta necesidad. Los retornos sociales se miden de otra manera y no siempre con criterios empresariales.

No puede volver a pasar, y si pasa, que sea porque los gobernantes nos han engañado con falsas promesas, y no porque quién nos gobierne haya hecho bandera de la desigualdad para llegar al poder, y nosotros les hayamos sacralizado con nuestra elección.