R. Montaner, Valencia

El régimen franquista ejerció una notable presión psicológica sobre los niños de las presas republicanas, a los que apartó de sus madres para educarlos en los principios del nacionalcatolicismo y en el odio a los rojos. Julia Martín tenía tres años y medio cuando se reunió con su madre en la Prisión Provincial, donde les obligaban a ir a misa a diario. Ese ambiente asfixiante en el que le tocó vivir no lo olvidará nunca, porque, dice, "hay cosas que se te quedan grabadas a fuego".

La encargada de marcarle la memoria fue la directora de la cárcel, Natividad Brunete. "En una ocasión la señora Nati me dijo, 'Julieta ¿Quieres a Franco? Franco es muy bueno...' y yo, contesté: 'No, porque por culpa de él mi madre está en la cárcel y mi padre no sé dónde está'. Entonces ella se me quedó mirando fijamente unos segundos y me soltó 'un perrito rojo'".

Julia dice que en la cárcel tenía "dos madres". Habla de Angelita Sempere, una inspectora de Enseñanza de la República, militante del PCE condenada a muerte y luego a 30 años como su madre. La familia de Angelita la rescató de las calles de Madrid y se la devolvió a su madre en Valencia. Cuando cumplió cuatro años, la acogió y, con ello, su madre evitó que se la quitaran y la internaran en un hospicio religioso, ya que "todas las niñas eran enviadas a instituciones de la Iglesia", según el historiador Ricard Vinyes. Cuando iba a ver a su madre en los tres días al año en que los niños podían entrar a la cárcel -La Merced, Navidad y Reyes-, ella miraba a los niños y niñas que venían del hospicio "con baberos a rayas, pelados y ojerosos, y me decía 'Hija mía que suerte tienes'".

Los niños del hospicio

Julia, no comprendió lo que quería decir su madre hasta que presenció una escena entre uno de aquellos niños y su madre. "La mujer le preguntó '¿Que quieres ser de mayor?' y el pequeño le contestó 'Guardia Civil'. Ella se quedó helada y le espetó '¿Hijo mio, por qué? 'Para matar rojos', respondió el niño. Eso es para no olvidarlo".