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Las desavenencias entre los vecinos y las fallas no son nuevas. La primera gran polémica estalló en 2007, cuando los vecinos de la calle Sueca se negaron a que la comisión Sueca- Literato Azorín instalasen 750.000 bombillas y que fijaban en sus balcones. Se trata de una de las fallas preferidas para los jueces a la hora de valorar y premiar el montaje de las calles adornadas y sus vecinos fueron los primeros en romper una lanza en favor de su descanso y contra los falleros.

Lo único que pedían era que no utilizasen sus fachadas y sus conductos del gas, luz y tuberías exteriores para enganchar la iluminación ya que podría provocar daños en la estructura del edificio.

Los vecinos del número 35 fueron los que comunicaron al ayuntamiento y a la Junta Central Fallera de Valencia la negativa al montaje de los complejos arcos de iluminación, aunque no fueron los únicos. A los pocos días, más comunidades de propietarios decidieron denunciar lo ocurrido.

El concejal de Fiestas tuvo que mediar en el conflicto, aunque en 2008 la situación volvió a repetirse. En esta ocasión los vecinos se plantearon incluso llegar a los tribunales si los falleros no aceptaban su decisión. La comisión hizo caso omiso y usó de nuevo las fachadas para anclar la iluminación a pesar de la negativa de los residentes de la calle. El problema sigue abierto.

Los miembros de Nou Campanar se la jugaron en 2008 y no colgaron de los balcones de sus vecinos las miles de luces que adornan la calle cada año. Decidieron evitar las disputas con los vecinos, hecho que los vecinos de Sueca-Literato Azorín aplaudieron.

Los problemas entre los vecinos y los falleros por el ruido provocaron 200 quejas presentadas en el departamento de incidencias de la JCF de Valencia hasta noviembre de 2008. Todas se investigan, según fuentes de la Junta, e incluso abre expedientes a las comisiones por no cumplir los horarios en las verbenas o discomóviles.

En Aldaia, a finales de 2007, los falleros de la comisión Villarrobledo tuvieron que cerrar su casal por orden judicial. Un vecino denunció a la falla por no tenerlo insonorizado. A raíz de ahí surgieron movilizaciones por parte de los festeros para que el Consell regule las actividades de los casales.

En Torrent, los falleros de Nicolás Andreu tuvo que cerrar por una denuncia vecinal hace tres años por una orden municipal, pero no fue el único, ya que el ayuntamiento emplazó a cerrar varios casales más. Con ello se evitó que las protestas llegaran a los tribunales.

Las obras de insonorización y adaptación de los casales a la normativa ha provocado un importante desembolso de dinero. Por ejemplo, reformaron sus locales las fallas Ángel del Alcázar, Barri Cotxera, Sant Valerià, Cronista Beguer, Avinguda, Antonio Pardo y Nicolás Andreu. Éstas últimas gastaron 450.000 euros en adecuar sus casales a la normativa.