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La "resiliencia" no es un elemento de la tabla periódica ni un residuo orgánico, ni tampoco un descubrimiento de la biología molecular, ni la última filosofía "rasta". No, la "resiliencia" es una cualidad que ha acompañado al ser humano a lo largo de la historia y lo que le ha permitido llegar hasta aquí; de hecho los psicólogos definen el término como la capacidad del ser humano para resistir, afrontar acontecimientos y rehacerse. Es la química de la entereza externa e interna para encarar hechos dolorosos, inesperados y que provocan una carga de gran sufrimiento.

Para los psicólogos la "resiliencia" es un término "cómodo" y demasiado versátil, según apunta el profesor de Psicología y secretario del Instituto Universitario de Investigación en Criminología y Ciencias Penales, Enrique Carbonell, que indica que la mayor difusión del concepto data de la década de los setenta y posteriormente se ha aplicado con atentados y catástrofes.

"La 'resiliencia' es la capacidad de las personas para afrontar las vivencias de mayor intensidad emocional, incluidas las más dramáticas, y salir fortalecido de esos acontecimientos", afirma el experto.

El término lo ha popularizado el psiquiatra Luis Rojas Marcos en su último libro Corazón y mente que ha escrito al alimón con el cardiólogo Valentín Fuster y donde explica que la resiliencia también es una propiedad de la Física que alude a la capacidad de ciertos materiales para recuperarse y volver a su forma original después de ser sometidos a presiones en el exterior.

En el ser humano es la fortaleza interior para encajar los golpes de la vida y superar la adversidad.

Dos tipos de cambios

El profesor Carbonell explica que a lo largo de la vida hay dos tipos de cambios: los normativos, que son los previstos por la ley de la naturaleza, y los no normativos, que son los imprevistos, los que ocurren a contracorriente y que no se esperan como una agresión, un atraco, una inundación, un terremoto...

Pero la respuesta de los sujetos ante un mismo hecho es polar: unos se hunden y otros salen más reforzados. Estos últimos son los que han desarrollado más resiliencia o se han convertido en mas "resilientes". No obstante, hay senderos que lo facilitan, como apunta el profesor Carbonell, que destaca que cuanto mejor se resuelvan los cambios normativos, se está más preparado para para afrontar los cambios no normativos.

Factores fundamentales son el apoyo social y el respaldo familiar y el reconocimiento como víctima. Además, los que están preparados para afrontar situaciones se han entrenado mucho en hacer frente las vivencias emocionales.

Aún así, hay personas que son biológicamente más vulnerables: tienen más facilidad para sonrojarse, les sudan las manos cuando se ponen nerviosos, les tiembla la voz, se les seca la boca... y ante un acontecimiento de mayor intensidad responden con una crisis de angustia. A menor habilidad emocional para afrontar una adversidad, mayor respuesta biológica.

Otro factor de gran ayuda es descargarse emocionalmente del acontecimiento. Lo que se entiende como "vaciar la mochila".

"Sacarlo hacia fuera para compartirlo con los demás y no trasladar el problema al interior de uno mismo", concreta el profesor Carbonell, que indica que ante un mismo acontecimiento atroz unos tienden a perpetuarlo y a convertirse en víctimas durante toda su vida y otros, lo superan y salen más reforzados de esa experiencia: "Son las personas que comparten más las emociones, las que vomitan lo que les ocurre; es bueno expresar las experiencias que producen las emociones, es un factor fundamental porque hay que sacarlas, expresarlas, para no cargar con ellas", agrega Carbonell.

Sin embargo, el especialista apunta que los sujetos con mayor tendencia a experimentar una respuesta emocional y biológica y a perpetuar el acontecimiento traumático, que son menos resilientes, son, sin embargo, más manejables con fármacos.

La obsesión, la recurrencia de pensamiento, es un factor "muy negativo" y no desarrolla "resiliencia". Carbonell apunta que salir con daño físico (secuelas) o dolor del acontecimiento traumático es otro de los factores negativos, "porque recuerda permanentemente el acontecimiento, aunque el afectado también pueden encontrar más motivación en la recuperación, porque es más realista orientarse hacia lo concreto (rehabilitar una pierna, por ejemplo) que vivir con el fantasma del acontecimiento traumático".

El profesor Carbonell explica que un niño que ha tenido durante su infancia vínculos de apego, que se ha sentido protegido y al mismo tiempo autónomo, independiente y cuidado, apoyado y sin imposiciones, "tiene más posibilidades de afrontar los cambios normativos y los no normativos; no tener pérdidas familiares y disfrutar de una buena educación facilita la capacidad para afrontar sucesos traumáticos".