«En la política es como en las matemáticas: todo lo que no es totalmente correcto, está mal». Andrés Ballester, el diputado del PP de la Vega Baja que impulsó la recogida de firmas a favor del indulto a Hernández Mateo, hace buena la cita de Ted Kennedy. Él es todo menos políticamente correcto. Franc0, guasón, sin pelos en la lengua, casi todo en él es desmesura. Para lo bueno y para lo malo. Y, además, tiene algo que lo diferencia de muchos: No necesita la política para vivir. Empresario de éxito es dueño de la firma Imperio Garlic, una de las más importantes de España en la comercialización del ajo, Ballester es en la actualidad el principal referente del sector campsista en las Corts, por encima de exconsellers que chupan escaño.

A las Corts llegó de la mano de Francisco Camps en 2007 [las respectivas esposas estudiaron juntas Farmacia], pero pasó totalmente desapercibido, con excepción de sus contadas intervenciones en las que inflamaba la tribuna de oradores. Su fama como «portavoz de la mayoría silenciosa», como le llaman algunos compañeros, según refirió él mismo en una entrevista en Levante-EMV, le llegó tras el derrocamiento de Camps y ascenso de Alberto Fabra. Una expresión que en su momento sentó muy mal y que ahora le puede costar cara. Fue de los primeros que dio la cara exigiendo al partido cariño para los camaradas imputados, una postura que ha llevado hasta el extremo al implicar a los parlamentarios populares en la petición de gracia para un alcalde condenado. La china en el zapato de Fabra, no es la primera vez que sus iniciativas contrarían a la dirección, como cuando la puso en un brete con una comida con Camps, a modo de homenaje, tras la absolución y lectura de la tesis doctoral.