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Derechos segados

Los tres martirios de Victorine

Fue esclavizada como empleada del embajador nigeriano en Suiza; raptaron a su hija en Nigeria para embarazarla y vender a su bebé; y, ahora, le impiden traerse a España a sus dos hijos menores

Los tres martirios de Victorine

Ella se llama Victorine, pero engarza una derrota tras otra como si fueran las trenzas africanas de su pelo. Sus hijos se llaman Justice (14) y Precious (16), pero su vida queda en las antípodas de lo justo y lo precioso.

Es normal que esta nigeriana de 40 años, afincada en Torrent, rompa a llorar varias veces a lágrima viva mientras desgrana la pesadilla con ecos kafkianos de la que lleva once años sin poder despertar. Para no perderse en la jungla de problemas que a ella le está devorando anímicamente («es que ya no puedo más, ya no tengo más fuerzas», gime) bastarán tres datos. Tres retazos de la historia que la convierten, según Cruz Roja en la Comunitat Valenciana, en el caso más flagrante de vulneración de derechos que manejan desde hace tiempo.

Primero, porque Victorine fue esclavizada en un trabajo sin cobrar y con jornadas de hasta 20 horas diarias durante un año como asistenta doméstica de un antiguo embajador de Nigeria en Suiza. Sucedió en 2004. Su caso de explotación laboral, enfrentado con la inmunidad diplomática del embajador (que regresó a Nigeria), fue tratado en un amplio documental de la televisión francesa. Ella sigue esperando alguna indemnización.

Segundo, porque años después, cuando Victorine ya se encontraba en España ganándose la vida como limpiadora, su hija menor Shulamite fue secuestrada en Nigeria, uno de los países más peligrosos del mundo. Shulamite fue raptada y trasladada a una macabra Baby Factory: una especie de granja industrial donde se obliga a las mujeres a quedar embarazadas para quitarles a los recién nacidos y luego venderlos para su adopción, para trabajar en minas, plantaciones o fábricas o, si son niñas, para el trabajo doméstico o la prostitución. A veces incluso sirven para ser sacrificados en la magia negra y los rituales de brujería.

Tras dos meses de cautiverio y relación con los secuestradores por SMS (todavía los guarda en el móvil) y con la policía nigeriana ayudando lo justo y siempre previo pago, Victorine logró arreglárselas para ir abonando impuestos revolucionarios y falsos rescates y liberar a su hija en una operación digna de película, tan larga como rocambolesca. Al fin, cuando liberaron a la menor, de 17 años, sus captores ya la habían dejado embarazada. Ese niño, fruto de la peor calaña humana, tiene ahora siete meses. Su madre todavía no ha parado de llorar, relata Victorine. Cruz Roja asegura que tiene un contrato laboral para que esta joven de 18 años pueda venir a España con su recién nacido. De momento, es sólo una hipótesis.

La barrera de la burocracia

El tercer drama de Victorine, y es el caso que la ocupa en estos momentos, es que el consulado español en Lagos (Nigeria) le ha denegado la petición de reagrupamiento familiar en España de sus dos hijos menores que sí le había aprobado previamente la Oficina de Extranjería de la Delegación del Gobierno en la Comunitat Valenciana. Al parecer, un problema burocrático (habían enviado los papeles al consulado, pero estaban en la sección de Legalizaciones en vez de en la de Visados) ha acabado por denegar la petición en el consulado en Lagos. El recurso, presentado por los servicios jurídicos de Cruz Roja, fue tumbado la semana pasada. Ahora pueden pasar hasta dos años para que el TSJ de Madrid „el órgano competente„ resuelva el caso.

Mientras, el calvario de Victorine continúa sin que ella pueda entenderlo. «Yo sólo quiero tener a mis hijos conmigo. ¿Qué tipo de vida es ésta? No hay derecho de que pase esto», solloza con las fotos de sus niños cerca de ella. ¿Por qué no regresa a Nigeria? Porque tiene miedo. Teme represalias de aquel embajador al que denunció en un país desaconsejado para viajar por el Ministerio de Exteriores español «salvo por razones de extrema necesidad» por su «riesgo real de secuestros y atentados».

Hace una década salió de Nigeria rumbo a Suiza. El embajador le prometió que en sólo tres meses podría viajar allí su familia. Todo fue un engaño. Ahora, España le impide traerse a sus hijos. «Allá donde va, se le han vulnerado sus derechos. Y con impunidad», resume Empar López, abogada de Cruz Roja.

Victorine, Precious, Justice? Macabra ironía.

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