Difícilmente el hospital de Llíria podrá congregar a más personas que las que se reunieron ayer en la Partida Cabezo de l'Aguila, donde está ubicado el edificio sanitario, para asistir a la histórica jornada de la presentación en sociedad de una de las mayores reivindicaciones de los habitantes de las comarcas del Camp del Túria, los Serranos y Rincón de Ademuz: la apertura de un nuevo centro hospitalario de titularidad pública, reclamado desde hace dos décadas por los ciudadanos y la oposición.

Dos autobuses con vecinos de Llíria, el equipo de la Conselleria de Sanidad en pleno, decenas de profesionales del Arnau de Vilanova que en un futuro trabajarán en la nueva instalación, alcaldes de los municipios, empleados que ya tienen su destino en el nuevo centro edetano, legiones de trabajadores con chaleco reflectante y el casco en la mano, agentes de la Guardia Civil y de la Policía local y un nutrido equipo de vigilantes privados esperaban ayer con ganas y nervios la llegada de los invitados estelares: el ministro de Sanidad, Alfonso Alonso, el presidente de la Generalitat Alberto Fabra, el delegado del Gobierno, Serafín Castellano y el conseller de Sanidad, Manuel Llombart.

En el centro de los corrillos del poder local destacaba a lo lejos un punto de color rojo del solideo del cardenal y arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, que asistió a la efeméride junto con el Capitán de destino de Llíria de la Guardia Civil, Celestino de la Vega, y el teniente José María Jiménez.

«Creo que hoy será uno de los días más grandes del alcalde de Llíria», afirmó el gerente del nuevo centro sanitario Juan Bautista Gómez, pletórico y agradecido a todos los que habían hecho posible que la obra parada durante más de dos años luciera como los dos almendros en flor plantados unos días antes.

Tras la parafernalia social de la inauguración, cocacolas, zumos y canapés al sol, el hospital ayer era un cadáver bien vestido y panelado en madera que se abrió solo con las consultas externas y urgencias, aunque pocos casos podían atenderse a tenor de la escasez de medios: sin Rayos, ni laboratorio, por no hablar de que los dos quirófanos equipados para las fotos de las autoridades solo funcionarán cuando se abra la UCI, que sigue en obras.

El cardenal Cañizares bendijo el centro y pidió que el hospital se convierta en una casa de caridad donde los que cuiden de los enfermos practiquen ese servicio con «solicitud», y para que «los que vengan, recuperen su salud». Por su parte, el alcalde edetano, Manuel Izquierdo, expresó que el centro va a suponer una mejora indiscutible para los ciudadanos: «Teníamos un sueño „resaltó„ y hoy podemos decir que lo hemos conseguido». A continuación, el ministro emprendió su discurso con un guiño hacia el primer edil: «¡Qué buen día para ser alcalde de Llíria!», expresó Alonso que recordó que el hospital comenzó a construirse en tiempos de bonanza y que, «aunque parecía que no se iba a acabar jamás, se ha hecho posible aún en tiempos de dificultades».

«El Sistema de Salud „agregó „ hoy es un poco mejor, porque cuenta con este nuevo hospital».

«¡Por fín, por fín ha llegado el día!», exclamó entusiasmado ante el micrófono el presidente Fabra. «85.000 personas „añadió„ de tres comarcas que hasta ayer tenían que desplazarse a Valencia, a partir de hoy ya no lo tendrán que hacer». Y el ministro descorrió la cortina de la placa arropado de aplausos.