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Estudio

Seis de cada diez adolescentes han sufrido acoso o abuso sexual en la red

Una tesis doctoral de la psicóloga y criminóloga Irene Montiel identifica las ocho formas de victimización en internet que sufren los jóvenes tras analizar a 3.897 alumnos - Predomina el acoso no sexual, como el «bullying», por encima de los ciberabusos sexuales

En el teléfono móvil, en la tableta y en el ordenador. Ahí se esconde el abusador o el acosador de los adolescentes. No en abstracto, sino con unos perfiles concretos que aparecen radiografiados en el primer gran estudio publicado en España sobre las distintas formas de victimización virtual que sufren los jóvenes. Una tesis doctoral firmada por la psicóloga jurídica y criminóloga Irene Montiel, defendida en la Universitat de València, ha estudiado a fondo esta lacra con una muestra de 3.897 adolescentes de entre 12 y 17 años que estudian en 41 centros educativos valencianos. Las conclusiones son preocupantes: seis de cada diez adolescentes han vivido alguna experiencia victimizante online durante el último año. Son más habituales las relacionadas con el ciberacoso (53 %) que las de tipo sexual (40 %), y se observan un frecuente solapamiento entre ambas (31 %), la llamada polivictimización online. La frecuencia de estos ataques es baja. Pero el daño es evidente: el 95 % de las cibervíctimas sexuales manifiesta haber experimentado algún malestar, especialmente las chicas.

La investigación resulta útil para conocer las ocho formas de victimización online a las que se enfrentan los adolescentes y el grado de incidencia. Por un lado, están las de tipo sexual. Las solicitudes indeseadas vía internet para involucrarse en actividades sexuales de cualquier índole presentan peculiaridades: la «coacción sexual» (que incluye amenazas y chantajes) afecta al 6,7 %; la «presión sexual» (solicitudes persistentes y reiteradas) atañe al 12,2 %; y el «ciberabuso sexual» (invitaciones perpetradas por un adulto) alcanza 17,2 % de los adolescentes. La «Exposición indeseada a contenido sexual por sexting» llega al 24,4 %. El «Exhibicionismo y la difusión de información personal que viola la intimidad» perjudica al 15,2 % de los encuestados. En total, el 64,3 % de las cibervíctimas ha sufrido alguna victimización online de tipo sexual.

Por otro lado emergen tres formas no sexuales de victimización juvenil por internet. El 50 % sufre el «ciberacoso», que son las ciberagresiones reiteradas y con intención de hacer daño que no implican una motivación sexual y que incluyen el ciberbullying „víctima y agresor son menores„ y el ciberstalking „interviene algún adulto„. El 18,4 % de adolescentes son víctimas de «presión para obtener información personal» a través de la red. Y un 2,2 % han sufrido el «Happy Slapping», que es la grabación y difusión en tiempo real o en diferido de agresiones físicas o verbales así como la perpetración de éstas con el conocimiento de que están siendo captadas para su difusión online. En total, el 53,4 % de los adolescentes analizados ha sido víctima de hostigamiento no sexual en internet.

Edades sensibles. El estudio de Irene Montiel subraya dos aspectos transversales. «En general, la victimización juvenil online es mayor en las chicas que en los chicos», dice la autora. Un 65 % frente a un 56 %. Con un factor añadido: las chicas experimentan mayor malestar ante la victimización de índole sexual, y los chicos perciben el ciberacoso como una de las formas de victimización más perjudiciales.

La victimización por internet, añade, «se incrementa a lo largo de la adolescencia (30% a los 12-13 años, 41% a los 14-15 años y 47% a los 16-17 años), especialmente aquella que tiene connotaciones sexuales, cuya edad de mayor riesgo se sitúa entre los 14 y los 17 años y afecta en mayor medida a las chicas que a los chicos, en consonancia con numerosos estudios de ámbito internacional y los escasos disponibles de ámbito nacional», explica Irene Montiel.

El perfil. Si hubiera que hacer un retrato robot de las cibervíctimas sexuales „la parte más analizada en la tesis„, la psicóloga y criminóloga lo asocia a «chicas de unos 15 años que cursan principalmente segundo ciclo de la ESO, con algunos problemas familiares (baja implicación y cohesión familiar), académicos y emocionales». En general, añade, «se gustan poco físicamente y reconocen que no saben gestionar bien sus emociones». Sin embargo, se consideran bien integradas socialmente y apoyadas por sus iguales ('populares'), con un elevado dominio de internet (elevado uso y autoeficacia digital) y una escasa percepción de riesgo. Todo unido las abocan a «adoptar una actitud de exposición asumiendo conductas online arriesgadas de todo tipo». Otro factor destacado es que «sus padres establecen pocas estrategias orientadas al control estructural y optan por aquellas que implican más comunicación y diálogo, quizás poco restrictivas o incluso posteriores a la aparición de la victimización».

Intervención. El preocupante retrato del estudio lleva a su autora a una conclusión de salud pública. «Es prácticamente urgente evaluar las consecuencias psicosociales y psicopatológicas producidas por las diferentes formas de victimización online», insta. Especialmente, considera necesario indagar si la polivictimización juvenil sufrida en la red y la experimentada en el mundo real tienen repercusiones diferentes para, de este modo, «poder intervenir adecuadamente, así como diseñar y aplicar protocolos de intervención que incluyan la evaluación de la victimización online y permitan identificar a los menores polivíctimas para prestarles la atención que necesitan cuanto antes, pues son los que experimentan mayores niveles de afectación, desajuste global y una vulnerabilidad generalizada a nuevas victimizaciones».

La tesis doctoral plantea la conveniencia de ampliar la investigación para trazar una radiografía del problema en toda España.

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