Vicente Huerta es un vecino de Sagunt de apariencia corpulenta y trato cordial pero reservado. Como San Pedro con Jesús, Vicente negó hasta tres veces a Serafín Castellano el día que Levante-EMV destapó que realizaban multitudinarias cacerías de patos juntos. Atribuyó a una coincidencia haber posado ante miles de aves muertas en las Laguna de Ruidera (Ciudad Real). Casi dos años después de saltar el escándalo la policía nacional ha unido los destinos del político y el empresario en un mismo calabozo.

Huerta se crió entre aviones en la empresa familiar Avialsa. Cuando cogió las riendas de la firma, el joven piloto multiplicó sus inversiones y la flota de aviones e inició la expansión internacional. En el verano trabaja para gobiernos autonómicos y central en la extinción de incendios en España, Italia y Polonia, mientras que en invierno opta por abrir mercado en Chile, cuando las rachas de calor provocan grandes incendios.

Huerta vio crecer su imperio a la sombra de cacerías con políticos y grandes empresarios españoles. En la batida a las que también acudió Serafín Castellano y su amigo José Miguel Pérez Taroncher, también estaba el socio alicantino de Amancio Ortega y otra treintena de empresarios. Un lugar perfecto para hacer negocios.

El empresario es una persona discreta que siempre ha vivido en el pueblo y que llegó a ser clavario de la Sangre en 1987. Pese a no hacer gala de sus posibles, reside en la lujosa urbanización de los Monasterios y tiene un chalé con cámaras de seguridad en la playa de Corinto de Sagunt. Vicente es soltero y su vida en el municipio del Camp de Morvedre no es conocida.